domingo, 11 de mayo de 2025

HISTORIAS DE LUIS BRICEÑO, 20.

SI TODOS DEFENDIERAN LO SUYO COMO YO …

Por una calle de las principales de una importante población andaluza, cuyo nombre no hay para qué designar, de aceras limitadas por sendas filas de árboles, discurre un ingés de edad madura, buena estatura y paso largo, pero reposado, el cual acusa su nacionalidad, independientemente de su inconfundible apariencia, con un disco del tamaño de una monedad de diez céntimos de peseta española, con los colores de la bandera de la rubia Albión [1], que le asoma por el ojal de la solapa izquierda de la abrochada americana.

El sentido contrario, camina un andaluz de tipo característico de los de la provincia gaditana, que lleva al hombro unas alforjas repletas de bultos y paquetes. Posiblemente encargos ajenos y propios.

A la hora en que se encuentran nuestros personajes, casi cubre la acera la sombra de los edificios, prolongada por la de los arabescos que producen en el pavimento las ramas de los árboles, y ya se deja sentir un calor más que regular, porque estamos en el mes en el que el sol se enfrenta con la constelación de Leo.

Ninguno de los dos quiere sumergirse en la zona bañada por Febo [2], ni siquiera por el momento de ceder la acera al otro, lo que siempre es ejecutado por el de más educación al de menos, por los caballeros a las señoras, por la juventud a las personas de más edad, por los paisanos a los militares y a los sacerdotes; en una palabra: por el más fuerte al más débil y por el de inferior categoría al superior.

El andaluz de nuestro cuento, lleva la derecha, y el inglés marcha por la izquierda, aprovechando el toldo de la sombra, sin duda por haber dejado olvidado el quitasol en alguna parte.

Uno y otro caminantes, acortada por el andar la distancia que los separa, llegan el uno frente al otro. Se miran, pero ninguno de los dos abandona la zona de sombra.

El inglés ciñe su cuerpo a a superficie de los edificios, como indicando a su contraandante que le ceda el paso.

[Al solo efecto de ambientación] Zonas de sol y sombra en una calle de cualquier población (realmente es la calle Caballeros, del Pueblo Español de Barcelona, sobre 1930). Fuente: “todocoleccion punto net”. 

El andaluz mira al inglés y se encoge de hombros, como diciendo:

-No te entiendo, ni te dejo la derecha, porque la Ley me la da.

El inglés carga de tabaco su gran pipa, la enciende con toda calma, aspira el humo y lo lanza con grandes bocanadas al espacio. Luego mira de nuevo al andaluz, al propio tiempo que le indica su botón de extranjero y hace con la mano un movimiento de semicírculo, como ordenando al andaluz que le deje paso libre.

El andaluz saca también su petaca, con toda tranquilidad, lía un cigarrillo, lo enciende, y, lanzando al aire una bocanada de humo, mira al inglés y le dice, aunque no lo entienda, con tono jovial, pero resuelto:

-Yo también fumo y lanzo el humo al viento, como tú; pero no me separo de la acera porque es mía.

El extranjero vuelve a mirar al español y, extrayendo unas monedad del bolsillo del pantalón, se las ofrece, señalándole de nuevo que le deje el paso libre.

El español saca su cartera y hace un balance de sus existencias pecuniarias, añadiendo en voz alta, aún a trueque de no ser entendido:

-¿Que te crees tú eso! Mira lo que me ha sobrao después de hacer todas mis compras … Y aunque no hubiera comío desde ayé te vendía mi derecho. Y menos siendo extranjero.

El inglés se guarda el dinero, se recuesta de espaldas en la pared, en cuyo zócalo apoya de plano un pie y, extrayendo un diario del bolsillo, se pone a leerlo con la mayor flema.

El español esha a tierra sus alforjas, se sienta sobre unos paquetes que extrae de las mismas y, tirando suavemente de la parte colgante del periódico que el inglés lee, le dice al minuto:

-Oiga, amigo: cuando acabe de leer el diario, démelo, si no le sirve, a ver si yo entiendo algo de lo que dice.

El inglés lo mira, esta vez despreciativamente, y, saliéndose de la zona de sombra de la acera, en pequeño rodeo, continúa el camino que le habían interceptado.

El andaluz se levanta, entonces, carga de nuevo las alforjas y continúa su interrumpida marcha, pensando de recio:

-Si tos los que se han encontrao ingleses en su camino hubieran defendío lo suyo como yo, ni esos tíos hubieran tenío tanto dinero que ofrecer, ni trataran a los demás con el desprecio con que a mí me ha tratao ese.” 

NOTAS: [1] Albión.- Antiguo nombre de Gran Bretaña, aunque también se lo ha utilizado con frecuencia para hacer referencia al Reino Unido o Inglaterra. Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre. // [2] Febo.- Perteneciente o relativo a Febo, nombre de Apolo como dios de la luz, o al Sol. Fuente: RAE. 

*** Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 47-49. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

EN UNO DE LOS RINCONES DEL ARCHIVO PARROQUIAL DE CONIL: OBRAS NUEVA IGLESIA SANTA CATALINA (1.891).

La primera transcripción se corresponde a una nota escrita en el Libro 2 de Matrimonio, pero el original, antes de su copia por los curas  M...