jueves, 25 de diciembre de 2025

05/36. “LA FUERZA DE UN PRIMER AMOR”, por LUIS BRICEÑO.

VIENE DE “UN SEÑOR CAPITÁN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL”, 11 diciembre 2025.

HACIA SUS LARES.

El laureado señor capitán tuvo la gentileza de despedir al que había sido su asistente, en la propia estación ferroviaria y hasta que arrancó el convoy que lo conducía hacia sus lares.

Le acompañó en este acto de llaneza y cortesía que, siempre generoso, quiso dispensar a su subordinado, su pequeño hijo, tan buen amigo y excelente camarada del despedido y al que éste tanto y tan bien quería.

El niño, preocupado por la ausencia, ya indubitable, de su campañero de recreos, entretenimientos y expansiones, pues Ansaldo y él se trataban y conducían en la intimidad sencillamente como dos iguales, experimentaba cierta zozobra que no había podido borrar de su ánimo la meditada preparación de que había sido objeto, para lograrlo. Por eso le decía, nerviosillo y emocionado, al propio tiempo que, cual aviso de fijeza de la atención, le tiraba de la mano en que tenía cogida la suya:

-Ansaldo, no tardes, ¿sabes? Has de volver pronto, pues con lo que los papás me van a comprar para estas Pascuas tenemos que hacer muchas cosas y quiero que me ayudes.

El pobre Ansaldo, tan afectado en lo más hondo de sus ser por aquella candorosa demanda, abría desmesuradamente los ojos, ante el temor de que una lágrima incontenible pudiera descubrir el estado de su alma, e invocaba, al mismo tiempo, la benevolencia del papá, por la fingida afirmación de la respuest, cuya rotundidez no tenía más valor que el sentido deseo de consolar a la inocente criatura.

-Descuida hombre. No faltaba más. Estaré de vuelta mucho antes de lo que tú te figures. Ya lo verás.

[De ambientación] Antiguos vagones de tren. Fuente: “todocoleccion.net”. 

-Bueno, Ansaldo. Tú avisas y papá me traerá a esperarte.

El padre, penetrando en el fondo del diálogo, sonreía, indulgente, al subordinado -puede decirse que todavía lo era- y acariciaba con dulzura a su querido descendiente, tratando, asimismo, de poner sosiego en su alma llana y sencilla:

-Sí. Hombre, sí. Ansaldo vendrá y si así no fuere, iríamos nosotros, a su campo, a visitarle. ¿Qué os parece? …

-¡Sí, sí, eso mismo, papaíto! -asentía el niño, entusiasmado y gozoso-. Si Ansaldo no volviera pronto, tú me llevas por él.

Ansaldo, participando del alborozo de su amiguito, pensaba de recio, exclamando:

-¡Ir por allá y visitar mi casa! … ¡Ojalá! … ¡Qué alegría, señorito, el que fueran ustedes por allá y conocieran a mis padres, a mis titos y a aquella hermosura de montes y valles floridos! … Sí, sí, vayan ustedes, señorito, y lleven al niño. ¡Con eso probaréis aquella leche tan pura y tan rica, aquellos quesos tan tiernos y tan sabrosos, aquellos huevos tan hermosos y tan frescos! … Sí, señorito, id y llevad al niño para que disfrute de lo lindo.

Éste, excitado por la alegría, añadía:

-Sí, Ansaldo: papá me llevará por ti y llevará, también, a mamá. ¿Verdad, papaíto? …

Ansaldo, tan predispuesto a dejarse llevar del sentimiento, miraba anheloso y suplicante al padre, el cual, magnánimo y condescendiente, manifestó asintiendo a la reiterada y sencilla demanda:

-Bueno, amiguitos: haremos porque podáis ser complacidos. ¡Ea! Si algún día se rodea, iremos por allí, como dice Ansaldo, y llevaremos al niño y a la mamá.

El silbato de la locomotora, anunciando la inmediata partida del convoy, apagó el eco jubilosos de aquellas dos almas que tanto tenían de gemelas, precipitando el final de aquel adió concedido al recluta campesino.

En tren partió incontinenti, y cuando el convoy, ya algo distante de la estación, pasaba por una ancha curva que describían en aquel lugar los raíles, todavía se divisaba la mano de Ansaldo agitando un pañuelo, en son de postrer saludo y reiterada correspondencia al obsequio de la despedida.

El señor capitán y su hijo regresaron a casa. Ambos iban tristes y melancólicos, bajo la pesadumbre y emoción dell adiós concedido a la partida de Ansaldo.

Éste, por su parte, ya en el asiento del vagón ferroviario, procuraba templar la agitación de su ánimo, sin conseguirlo. Sus esfuerzos se estrellaban ante la importencia de su manera de ser. No podía. Su temperamento, tan sensible, se hallaba afectado por los dos fuertes impulsos que se lo impedían.

¿Cómo serenarse ante la idea, en realización, de abrazar a sus padres, amadísimos, y a sus buenos titos, a quienes no veía desde tanto tiempo? ¿Cómo separarse voluntariamente de su trato y convivencia, cuanto tanto y tan entrañablemente le querían, mimándole y prodigándole todos sus desvelos y dulzuras? … 

[De ambientación] Paisaje en el extremo noroeste del parque nacional de Cabañeros, desde el mirador de Las Becerras. Fuente: LBM1948, Wikipedia, la enciclopedia libre. 

En otro orden de consideraciones, ¿cómo dejar definitivamente de respirar, a pleno pulmón, los aires tan puros y saludables de aquellas alturas, a las que tan ligado estaba; de admirar, embelesado, como tantas veces lo hacía, la inmensidad de aquel cielo, tan frecuentemente azul turquí arriba, en lo más alto, celeste hacia el horizonte; de aspirar el grato perfume de aquella floresta; de contemplar el espectáculo singular de aquellos paisajes; de pasear aquel terreno frondoso y ameno, tan poblado de árboles y plantas; de deleitarse con el canto armoniosos de tanta ave canora; de mirarse en el espejo ondulante de las cristalinas aguas del manso arroyuelo? …

¿Cómo sustraerse, tampoco, voluntariamente, a la sugestión material de reanudar el cuido y vigilancia de las aves de corral que sus mayores poseían, recogiendo sus huevos y sus crías; de sus cerdos, de sus cabras y ovejas que con tanto placer ordeñaba para aprovechar su leche, de la que sabía sacar tan ricos y sabrosos quesos; de apiensar y utilizar la borriquilla, con la que acarreaba la leña, el carbón, el picón, tan necesarios en su hogar? …

¿Cómo no sentir, por otra parte, en su pecho agradecido, aquella salvación de su personalidad, aquella cariñosa acogida de que fue objeto, el raro trato recibido y las amabilidades constantes que debía por igial al señor capitán y a su esposa y a aquella excelente criatura, tan digno hijo de ambos, por la que sentía una atracción y una simpatía tan pronunciadas? … ¡Hasta el haber adquirido la primera enseñanza les debía, saliendo del vergonzoso concepto de analfabeto!

Desde luego e indubitablemente le atraían más sus padres, sus tíos, su casa, su hogar. Muy natural y muy lógico …; pero, ¿no era para sentir en lo más hondo de su corazón, como él sinceramente sentía, acción tan laudable como la de aquella familia que tanto lo apreciaba y distinguía, y a quien él procuraba pagar queriéndola como si fuese de la suya? …

Ni pudo dormir, ni descansar ni pizca, durante la larga caminata. Ni aun las lágrimas que a hurtadillas de su compañeros de viaje derramó en el apogeo de su angustia y desazón, le aliviaron la pesadumbre.

Valga esta imagen para ambientación, se trata del cortometraje “Llegada del tren a la estación”, de los hermanos Lumière, inicio del cine. Fuente: “billiken.lat”, 18 marzo 2024, Natalia Sivina

¡Claro que prefería a los suyos! Eso no hay que esforzarse en demostrarlo. Pero si no hubiere sido porque los cariños paternales son tan fuertes y poderosos, ¿cómo iba él a posponer así como así el impulso de su gratitud hacia sus bienhechores y la irresistible atracción que ejercía su corazón hacia aquel pequeñuelo con quien tan bien congeniaba y cuyo afecto, correspondido, era tanto y tan sincero?

Abandonar a los suyos, no podía ser. Por eso aprovechaba aquella licencia ilimitada que se convertiría en absoluta, según se le tenía asegurado, para volver con los que le dieron el ser y le cuidaron, prestándoles todos los cuidados a su alcance.

Mas aunque estos razonamientos que se dibujaban en su imaginación eran tan lógicos y naturales, ni le tranquilizaban tan prontamente como él deseara, ni le podían borrar, de cualquier suerte, las imágenes de sus protectores. He ahí por qué le sorprendió la terminación del viaje dominado por preocupaciones que, aunque diferentes de las del de su partida hacia el servicio militar, no diferían grandemente de la fuerza perturbadora de aquéllas.

En la estación de llegada, le aguardaban sus padres, previamente avisados, los cuales, emocionados de alegría y contento, no sabían desprenderse de los brazos amorosos del ausente, al que besaban en lucha alterna, prodigándole todas esa caricias que nos son tan conocidas, sobre todo a los mayores, por su propia experiencia.

¿Quién no ha abrazado estrecha y prolongadamente a un ser querido tras larga ausencia? …

Pues esa misma efusión de cariño y buen afecto fue lo que se desarrolló en la estación ferroviaria de llegada, entre los inmediatos ascendientes de Ansaldo y él mismo, a la de éste al lugar de su primera etapa del camino de los lares. 

CONTINUARÁ CON “CARRETERA ARRIBA”, EL 08 enero 2026. 

*** Fuente: “LA FUERZA DE UN PRIMER AMOR: novela de notorio matiz ingenuo, de escasa traba episódica y de carácter sentimental”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 33-38. Diario Jaén, Talleres Gráficos, s/f.  

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