sábado, 12 de abril de 2025

HISTORIAS DE LUIS BRICEÑO, 16.

DIPLOMACIA CONTUNDENTE.

Gran ciudad española, cuyo nombre no hace al caso y que, aunque no es capital de provincia, posee más importancia que muchas de ellas.

Entre su numerosa población, que rebasa holgadamente de la tercera decena del millar, perdura, muy marcada por cierto, esa división social que el atavismo ha conservado, aunque sea con aristas romas, a través de los años: aristocracia, mesocracia, democracia, … traducidas, fuera de la significación política de sus acepciones, en «alta sociedad», «clase media» y «proletariado».

La «alta sociedad»; esto es, el «gran mundo», como también se llama a la misma, se distingue, aquí, en nuestro relato, de las otras dos divisiones, en lo que «sobresale» de las otras en las expansiones aparentes de su vivir, mucho más que por el regalo de la intimidad. Así hay, al menos, quien lo asegure con toda formalidad.

No obstante esa esencial excepción que, claro, no será, tal vez, absoluta, se aprecia, sin esfuerzo alguno, sus acotaciones locales: preferencia de sitio en los paseos, lugar aislado en los jardines, separación completa de los espectáculos, departamento independiente en los vehículos públicos, lugar especial en los templos y aún templos especiales, casino singular o particular, acceso filtrado a la clase, y … con ello, una vigilancia policíaca rigurosísima, que hace significar, el primer contacto extraño a la misma, la conveniencia inmediata de corrección del error.

¿Exageración? … ¿Apasionamiento? … ¡Ca! … Pura realidad. Al menos, así lo asegura seriamente quien se cree con autoridad suficiente para ello.

¡Ah! … Se olvidaba: hay en todo eso referido una sola excepción. Más bien: un privilegio: el de la «clase» media ha de pasar a través de un espeso filtro para poder ascender a la «superior» inmediata, cual antes se ha expresado, mientras que el «gran mundo» no tiene nada más que ejercitar un «simple acto de su voluntad» para ser admitido y alternar con la clase inmediata «inferior».

Todo esto que referimos -conviene recalcarlo bien- no tiene carácter general. Sucede únicamente en la ciudad de nuestra invención. Machaquemos: que así conste y no valen suspicacias.

[A los solos efectos de ambientación] El Concierto, de James Tissot. Fuente: El siglo XIX, “intrahistoriaiesgc.blogia punto com”. 

Pues bien, señores lectores, si los tenemos:

La «clase media», en términos generales, no se conforma con su «estado». No, señor. Verlo demostrado, está al alcance de cualquier observador. La «clase media» suspira por su «ascenso» a la inmediata «superior». Ahorra, se «compone», adquiere, luce, ostenta, procura, brillar, distinguirse, y se «aupa», se empina y realiza constantes «pinitos» para ver de llegar. Uno de sus claros ejemplos: la «actuación» social del «nuevo rico», tan conocida de todos.

Pero … acortemos la digresión y, con la medida, la extensión de este relato, que también pudiera ser anécdota.

En la ciudad a que nos venimos refiriendo en el mismo o misma, a imitación del «gran mundo», tenía, también, su casino la «clase media». Y grande. Y cómodo. Y elegante. Y en buen sitio. Y bien dirigido. Y bien puesto, por cierto.

En el mismo, tenía lugar una brillante verbena, muy concurrida, muy celebrada en la localidad.

En pleno apogeo el desarrollo de las expansiones y distracciones del programa, entró en el local y tomó parte inmediata en el desenvolvimiento de la fiesta, un señor del «gran mundo». Era persona de las de categoría social y oficial. Fue bien recibido: como correspondía a su personalidad, jerarquía y distinción. Pero …, iba mareado y «cerdeaba».

La directiva del Casino tenía designada una Comisión que extendía sus cuidados al orden y compostura de los concurrentes. Cuanto más iba desentonando el «intruso», más miradas y gestos denunciadores «recibía» la Comisión. Mas los señores que la componían titubeaban, indecisos, en la aplicación de la medida que debían poner en práctica. Se trataba nada menos que de un «espuma» de la sociedad local y de un «superior jerárquico». No se atrevían. Sería sumamente desagradable y hasta peligroso.

Tenían que practicar y practicaban en mayor disimulo. Se hacían los distraídos. Se imponía la necesidad de disimular. El disimulos es un gran recurso, como mal menor, para resolver graves dificultades de orden o de cualquier otra índole. Pero, esta vez no les salía de estos recursos ninguna solución. El desentono del advenedizo era cada vez más pronunciado, más evidente y … más insufrible: tocaba en los linderos de lo escandaloso. La Comisión sudaba el quilo. Estaba a punto de declarar terminada la fiesta … Era la más viable solución que se le había ocurrido.

[A los solos efectos de ambientación] Real Círculo de Labradores y Propietarios de Sevilla, Fuente: “saenzsotogrande.blogspot punto com”. 

A esta alturas las circunstancias, surgió en el salón principal don PacoDon Paco es simplemente socio del Casino, pero su carácter alegre, expansivo, bromista y hasta jocoso, dentro del trato social en que desenvuelve su holgado modo de vivir, le granjea la simpatía, el aprecio, la estimación, la amistad y la confianza de todos.

Don Paco es alto, grueso, recio, fornido, y lleva siempre un bastón arreglado a su voluminosa humanidad, que le ayuda al desenvolvimiento de sus rápidos andares. Don Paco tiene allí a su familia, a quien quiere extraordinariamente. ¡Guay del que no trate con la consideración debida a la familia de don Paco! Su extremada corpulencia, su energía y su decisión prestan a la misma la más eficaz salvaguardia … Don Paco, además, tiene muchos ribetes de altruista: lo que no quiere para él no lo desea, tampoco, para nadie.

A esta altura de las circunstancias, repetimos, aparece don Paco, que, con su aguda perspicacia, se da cuenta de la situación y ruega a los señores dirigentes, con su grácil y zalamera cortesía, que ordene tocar a la orquesta un bailable de los más en uso. La orquesta lanza al espacio sus sonoros y entonados compase, y don Paco, haciendo honor a su ruego, saca a bailar a su propia esposa. Fue una sensación de grata sorpresa para la concurrencia, la de ver a don Paco y a su esposa animando la fiesta.

De pronto se oye un vigoroso y repetido lamento lastimero. Calla la música, para el baile, y todos, suspenso el ánimo, contemplan al señor del «gran mundo» quejándose del agudo dolor que le produce un tremendo pisotón sufrido en un pie, y a don Paco, afectadísimo por el «impensado» contratiempo, deshaciéndose en las más finas excusas …

La forma original y habilidosa con que don Paco salvó la apurada y grave situación de la Comisión y de todos los concurrentes a la fiesta, no pudo ser más eficiente.

En lo íntimo de los comentarios fue calificada como el empleo de una diplomacia contundente.” 

*** Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 39-42. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.  

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