domingo, 31 de agosto de 2025

UN PASEO POR EL ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE CONIL: LIMPIEZA PÚBLICA MAL ENTENDIDA (1.866).

De como, viendo todo el vecindario, que el encargado de la limpieza sólo se dedicaba a retirar de la vía pública el estiércol producido por los numerosos animales de carga, y que vendía muy bien para su propio beneficio, sin recoger el resto de las basuras, el Alcalde propone a la Corporación la eliminación de ese puesto de trabajo, con la consiguiente descarga económica para las siempre escuálidas arcas municipales, propuesta que es aprobada por unanimidad. Cabe pensar que en esa época la higiene general estaba muy poco desarrollada, a pesar de ciertas medidas adoptadas para tener controlados los excrementos humanos, al menos en el centro de la población … con el paso de los años se fue extendiendo la red de alcantarillado, el agua potable y la recogida algo más racional de los residuos.

[Ambientación] Le chiffonniers [trapero] de Paris - Le journal illustré, dessin de Henri Meyer, 27 janvier 1.884 (© histoire-nanterre.org) Fuente: “ladechetterie.fr”. 

Transcripción literal de Rafael Coca López:

«”[Póliza fiscal, equivalente al papel sellado] SELLO 8º / 40 CENTIMOS DE ESCUDO / AÑO DE 1.866. / Sesion ordinaria del sabado 19 de Mayo.- En la Villa de Conil de la Frontera á diez y nueve de Mayo de mil ochocientos sesenta y seis, reunidos los Señores de este Ilustre Ayuntamiento Constitucional que al margen se espresan [Señores: Alcalde Presidente: Antonio Ramos y Gimenez; Teniente Primero: Juan Sanchez Muñoz; Regidores: Jose Calderon Moreno, Lucas Ramirez Leal, Bartolome Ramirez Sanchez, Antonio Calderon Torres y Ramón Almenara Garcia; Sindico: Pedro Gil Ramirez; Secretario: Manuel Garcia Salazar.] fueron citados por ante mi el Secretario, dieron principio á esta Sesion ordinaria con la lectura del acta de la anterior que fue aprobada, y la de los Boletines Oficiales numeros 208 al 269, ambos inclusives, que se mandaron archivar después de enterados los Señores de que las disposiciones … 

Reproducción digital de la totalidad del acta transcrita, de 20 de enero de 1.866. Fuente: Archivo Histórico Municipal de Conil de la Frontera. 

Punto 3º.- A continuación entróse á tratar sobre el servicio de la LIMPIEZA PUBLICA en el concepto de que esta plaza no es otra cosa que UNA CARGA PARA EL PRESUPUESTO sin resultado favorable ál fin para que se creo, y solo si UN MEDIO DE ESPECULACION para el que la desempeña. Esto que resulta a la vista y está observado por los mas essige una medida que corte este abuso en que ha degenerado los encargados que ha habido en este servicio, los cuales sin cuidarse de mas que del ACOPIO DE ESTIERCOL PARA ENAGENARLO, dejan ilusorio todo lo demas, y a cargo del vecindario, como siempre, la limpieza: de manera que no REPOSTANDOSE BENEFICIO DE UTILIDAD PUBLICA en ningun concepto, considera el Ayuntamiento es lo mas acertado suprimir esta plaza, bajo este supuesto ACUERDA POR UNANIMIDAD DECLARARLA COMO LA DECLARA SUPRIMIDA PARA PRIMERO DE JUNIO PROXIMO, haciendo saber al encargado que la desempeña su cesacion por efecto de esta determinacion en el espresado dia.”» 

Fuente: Archivo Histórico Municipal de Conil de la Frontera. Sesión Ordinaria del sábado 19 de mayo de 1.866. Libro Capitular 63-5, p.p. digitalizadas 41 a 45, hojas n.º 19 a 21. Gracias a las anotaciones recogidas por Antonio Martínez Cordero, en sus miles de fichas depositadas en el Archivo Parroquial Santa Catalina. Agradecimientos: Isabel González Ramírez, responsable A.H. Municipal; y, Yelman Francisco Solórzano Bustamante, párroco de Conil de la Frontera. 

sábado, 30 de agosto de 2025

HISTORIAS DE LUIS BRICEÑO, 35.

 ALTRUISMO.

Cuando los antiguos trajinantes[1] -y decimos antiguos porque utilizaban vehículos de tracción animal o caballerías y caballos de sangre, ya que los mecánicos andaban y andan aun muy escasos y poco empleados en el ramo de transportes- cuando los antiguos trajinantes, repetimos, llegaron a la venta, alto y descanso de su caminata -tarea del día, jornada mínima- acababa de ponerse el sol tras el no muy lejano horizonte montuoso.

[Al solo efecto de ambientación] Un arriero o trajinante en ruta con su variada carga. Fuente: “ahoraavila.com”, Jesús M.ª Sanchidrián Gallego, 15 junio 2024. 

En el valle, que formaban el enlace de algunos montes, derivaciones de la serranía cercana, comenzaban a notarse las primeras sombras vespertinas, que aumentaban a la par que las nubecillas blanquecinas del horizonte pasaban por las tonalidades del iris, para teñirse del negro plomizo de las noches del novilunio[2].

La avecillas canoras, que poco antes parecían despedir con himnos musicales al astro regidor de nuestro sistema planetario, habían dado como por concluso, hasta el nuevo día, el inacabable repertorio de sus armoniosos trinos y gorjeos, acomodándose, silentes, en las frondosas copas de los árboles de la carretera y en las altas ramas de los bosques frutales de las huertas de la ribera cercana.

La temperatura, enfriada por el airecillo sutil de la sierra, cuyas altas crestas aparecían todavía coronadas de nieve, se hacía cada vez menos agradable, y el viento, adquiriendo poco a poco pujanzas de cierta violencia, soplaba ya fresco y desapacible.

Bien se conocía que aun tardaba la Primavera, porque, especialmente de noche, se necesitaba utilizar todos los medios y precauciones del verdadero Invierno, para no sentir hondamente las inclemencias del tiempo.

Nuestros trajinantes, una vez descargada, cubierta y puesta a buen recaudo la mercancía que transportaban, y luego de dejar recogidas y apiensadas las caballerías con que la conducían, comieron, también, DÁNDOLE CUERDA AL RELOJ DE VIVIR, como decía uno de ello, dicharachero y ocurrente como pocos.

Luego, tras sorbo y sorbo de aguachirle[3] con ron que en calidad de café les habían servido como punto final de aquella especie de ágape íntimo, tan confortable para sus estómagos cansados de digerir fiambres, y entre chupadas y chupadas del sabroso cigarrillo, con su derivante humareda descolorida, limpia ya de nicotina en los bronquios de los fumadores, escucharon, complacidos, el siguiente relato, hecho a instancias de todos, por el compañero que gozaba fama de instruido, por sus conversaciones amenas y oportunas: 

[Al solo efecto de ambientación] Escena de un enganche de las encuartas frente al cuartel de Valdenoceda, para subir al puerto de la Mazorra, aparecida en Crónica de las Merindades, 2011. Fuente: “sientepadronesdebureba.wordpress.com”, 25 febrero 2019. 

-Yo no sé el tiempo en que sucedió lo que vais a escuchar de mis torpes labios. El maestro de escuela que me enseñó lo que yo sepa y ya se me haya olvidado, que fue a quien se lo escuché por primera vez, lo suponía sucedido antes de la llamada Era Cristiana -ayer mañana, como quien dice-; otros aseguran, según dijo, que sucedió en los comienzos de la misma.

Yo repito, ahora, que no lo sé y, agrego, por mi cuenta, que me parece que ocurriera cuando ocurriera es exactamente igual, con tal de hacer constar que seguramente hará mucho tiempo, más del que cuentan nuestras respectivas edades, y que, pasara cuanto pasara, por mi parte ni pongo ni quito a lo que refirieron.

Así es que allá va, y allá ustedes.

Amanecía.

En el horizonte, hacia su parte oriental, comenzó a descubrirse la primera luz del nuevo día, esa alegre claridad crepuscular que, como heraldo de la vida, anuncia la aparición del astro centro que rige nuestro mundo.

A los pocos instantes, comenzó a verse el mismo, lentamente, como si abrazara tiernamente, con los haces de su deslumbradora y vivificante luz, aquella parte de la Madre Tierra.

Algo más tarde, desaparecidas, por completo, todas las sombras de la noche, se comenzó a escuchar el gorjeo de los pajarillos, confundido con el tintineo de las esquilas del ganado[4], al salir del redil, y con el cántico mañanero, alegre y sugestivo, de los pastores y gañanes.

Al borde del propio camino, siempre concurrido y transitado, que unía dos poblaciones hermanas, a cual más importantes y visitadas, existía una pequeña heredad, en la que se veía trabajar, constantemente, a todas las horas laborables, a su propietario.

Padre de numerosa prole, y sin más arrimo, para criarla, que el escaso e insuficiente producto de su esfuerzo personal, no cesaba, no podía cesar, de labrar el terruño, a fin de sacarle el mayor producto posible.

[Al solo efecto de ambientación] Pie de foto original: José y Fernanda Muñoz Romero y Pedro García Mendoza, hacia 1948, junto al pago del Zorro en Roche. Colección particular Fernanda Muñoz.” Fuente: Conil en la memoria 2, p. 128, 2007. 

Por ello, buen padre y buen esposo, no era ni podía ser extraño verle trabajar cultivando aquellas tierras que la roturación arbitraria, ya convalidada, le había proporcionado, incluso hasta en las noches en que la luna le ayudaba, regalándole la clara luz de sus blanquísimos rayos.

Su fama de trabajador incansable estaba tan consolidada en aquellos contornos, como la de sus excelentes cualidades paternales y conyugales.

Y, en realidad, era hombre que se sacrificaba a gusto, voluntaria y extremadamente, por el mayor bien de sus familiares. Era un hombre que tenía demostrado hasta la saciedad que todas sus aspiraciones, todos sus afanes, todos sus esfuerzos, se encaminaban hacia el bien de su hogar. Su mujer y sus hijos eran su debilidad. Parecía que para él no había más mundo importante que su casa: su mujer y sus hijos.

Claro, que entre sus relaciones y vecindad, había quien alabara sinceramente aquellas decisiones, aquel sacrificio incruento; pero también había, y tal vez fueran los más, quienes criticaran tal proceder, llegando hasta haber quien lo condenara, presuponiendo un agotamiento prematuro de energías y vitalidad, fatalísimo para los familiares …

Apreciaciones contrarias, antagonismo de apreciaciones y pareceres distintos, que me recuerdan unos versos de Campoamor[5] -<Las dos linternas>- que dicen así:

«Y es que en el mundo traidor

nada es verdad ni mentira:

todo es según el color

del cristal con que se mira».

Pero … sigamos con el relato.

Nuestro principal personaje, poco enterado, por no decir que ajeno, a las habladurías y apreciaciones de sus conciudadanos, seguía impertérrito su línea de conducta, tan en armonía con las esencialidades de su carácter, sin que, por consiguiente, le importara un bledo el dictamen ajeno.

El hombre no se ocupaba, pues, nada más que de encaminar la dirección de su vida y de dirigir sus acciones y actividades hacia el mejor cuido y labranza de su heredad, a la que, aunque fuera con grandes penalidades, procuraba sacar, mejorándola cada vez más, el pan nuestro de cada día.

[Al solo efecto de ambientación] Ilustración de una entrada del facebook “Salamanca en fotos”, del 4 de julio de 2020, sobre la leyenda de la “Carroza Infernal”. 

Embebido en esa faena se hallaba, precisamente, a la hora expresada, cuando le sorprendieron las demandas de ayuda de unos viajeros que transitaban por el camino que lindaba con su heredad.

Mal guiadas las bestias que tiraban del vehículo que los conducía, lo habían desviado hacia las tierras de labrantío, de las que no podían sacarlo, de nuevo, al buen camino, sin la cooperación y eficaz ayuda de unas manos fuertes y experimentadas, que aumentara el esfuerzo común hasta el necesario para conseguirlo.

Logrado el objeto de la cooperación solicitada, pudo darse cuenta nuestro principal protagonista, de la importancia, al menos aparente, de los personajes a quienes acababa de sacar de un serio apuro.

Estos personajes eran dos caballeros principales, a juzgar por su inconfundible porte y vestimenta, y una señora, bella, como una clara noche de luna, y sorprendente, como la deslumbradora luz de un relámpago.

Nuestro hombre, al ser envuelto en la subyugante mirada de aquella extraña señora, quedó como hipnotizado. No pudo darse cuenta exacta de lo que ante su vista sucedió.

Al principio escuchó algo así como la concesión de un obsequio valioso, que no pudo comprender. Después desfilaron por su imaginación nombres y escenas que jamás pudo descifrar …

Hojas de laurel, agua helada de Castalia …

Soplo de Apolo, Pitia, Endos, Delfos …

Cumas, Dafne, Teresias, Dodona ...

Cuando, tras aquellos momentos de desequilibrio imaginativo, que para el pobre labriego fueron siglos de angustia y aflicción, volvió a la plenitud de su normalidad, experimentando una de las alegrías más grandes de su vida, pudo escuchar, con gran sorpresa y no poca estupefacción, la voz dominante e imperiosa de aquella extraña y singular señora, que le dijo:

-Me hiciste un favor que te devuelvo con creces, haciéndote conocer el resultado de mi oráculo en tu honor … Pitonisa o Sibila, que para el caso es igual, he querido obsequiarte profetizando tu porvenir … Deja el trabajo y vete a disfrutar de la vida. Tus días están contados y te queda bien pocos que vivir … Sé egoísta y aprovéchalos. Lánzate al torbellino de tu mayor placer y no niegues realización a ninguno de tus deseos …

[Al solo efecto de ambientación] “La sacerdotisa de Delfos”, óleo (160x80cm) de John Collier, 1891. Museo Art Gallery of South Australia, AGSA, Adelaida, Australia. Fuente: “historia-arte.com”. 

Sentencia y consejo a los que nuestro protagonista, dándose perfecta y exacta cuenta de todo su alcance, contestó, también, resueltamente y en tono y actitud lo más ceremoniosos que pudo:

-Adiós, ente despiadado, personaje místico o ser real: gracias por tu maléfico favor, que no acepto, y por tu consejo egoísta, que rechazo con toda la energía de mi corazón … A cambio de una facilidad espontánea y desinteresada, has matado mi ilusión … Dios te lo demande … Aunque no importa: después de todo, tienes también mi perdón … Adiós, sí; pero sepa antes de seguir, que hasta aquí sólo he trabajado al amparo de la luz en plenitud. Mas de aquí en adelante, por si acaso, como dueño absoluto de todos mis actos, de todas mis acciones, trabajaré con todo ahínco y sin cesar: esos contados días de mi pobre existencia, que predices, serán bastantes, sin duda, para terminar esta labor que por sí interrumpí, y que hará que los míos encuentren, al menos, el máximo producto de esta hacienda, que les legaré …

Y sin más ceremonias ni cortesías, se apartó de los caminantes, entregándose, incansable y afanoso, a la continuación de su labor. 

NOTAS DEL TRANSCRIPTOR: [1] Trajinantes.- Los antiguos trajinantes eran comerciantes ambulantes que transportaban y vendían mercancías de un lugar a otro, especialmente en zonas rurales, utilizando animales de carga como mulas o burros. Su actividad era crucial para el intercambio de productos entre diferentes comunidades y para la distribución de bienes en áreas donde el comercio formal era limitado. En la actualidad, la figura del trajinante ha perdido importancia, pero su legado se mantiene en algunas zonas rurales, donde aún existen comerciantes ambulantes que utilizan métodos similares para distribuir sus productos. Fuente: Texto creado por IA Google, 26 mayo 2025. // [2] Novilunio.- Fase en que la Luna no es visible desde la Tierra. Fuente: Diccionario RAE: // [3Aguachirle.- Bebida o alimento líquido, como el vino, el caldo, la miel, etc., sin fuerza ni sustancia. Fuente: Diccionario RAE. [4Esquilas del ganado.- Se refieren a los cencerros o campanillas que se cuelgan en el cuello de los animales, especialmente ovejas y vacas, para facilitar su identificación, control y guía; de Agrotienda COVAP. Fuente: Texto creado por IA Google, 26 mayo 2025. // [5Ramón María de las Mercedes (Pérez) de Campoamor y Campoosorio (Piñera, Navia, 24 septiembre 1817 – Madrid, 11 feberero 1901), poeta español del realismo literario. https://es.wikipedia.org/wiki/Ram%C3%B3n_de_Campoamor Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre. //

Fuente: “FLORECILLAS DE ESCALIO”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 135-142Primera edición, Jaén, febrero 1.936. 

viernes, 29 de agosto de 2025

NAUFRAGIOS EN EL LITORAL DE CONIL, 51: Vapore “GIULIO CESARE” (1.923).

La publicación del libro “BAJO LAS COLUMNAS DE HÉRCULES”, donde su autor, el instructor nacional de buceo y buceador profesional, Alejandro Gandul Hervás, desgrana las vicisitudes de los vapores mercantes naufragados en Cádiz y Ceuta, nos va a permitir seguir informando de los siniestros marítimos ocurridos en nuestras costas y proximidades, desde 1837 a 1939, permitiéndonos y autorizándonos amablemente su transcripción. Son en total poco más cien los que el autor ha conseguido relacionar, pero que aquí se van a transcribir los más cercanos a nuestro entorno, con detalles de las características técnicas de cada nave, nacionalidad, tripulación que la componía, causas del accidente y el lugar donde reposa para siempre, o si fue reflotada, como en algunos pocos casos ocurrió. Para aquellos interesados en el tema, se recomienda la adquisición del libro ya que es de lectura fácil por su diáfana redacción, describiendo los momentos más dramáticos de cada caso, y, se puede utilizar como libro de consulta, dado su diseño por fecha, ayudado de un índice onomástico de vapores siniestrados, y otro de unidades empleadas en su salvamento. Por cierto, para la adquisición del libro hay que ponerse en contacto con la editorial AQUÍ. https://www.edicionesuroeste.com/

SS «Caspian», gemelo del «Giulio Cesare». Fuente: Colección de Alejandro Gandul

Ficha particular:

Fecha del suceso: 16 de febrero de 1923.

Propiedad: «Giuseppe Vitulli Montaruli», Génova.

Nacionalidad: Italia.

Astillero: Edwards Shipbuilding Company Ltd., Howdon, Newcastle, Reino Unido, 1894.

Número oficial: 102846

Máquina: Propulsión: Hélice y máquina de trible expansión (24; 40; 66x45 inch/ pulgadas) 301 n.h.p. (Nominal Horsepower/Caballos de fuerzas nominales) Blair & Co. Ltd., Stockton-On-Tees.

Desplazamiento: 3447 grt. (Gross Registered Tonnage/Tonelaje registro bruto).

Eslora-manga-puntal: 114,47m – 13,10m – 8,10m.

Casco: Acero.

Capitán: ---

Causa y destino final: Hundido frente a Conil. PÉRDIDA TOTAL. 

El <Giulio Cesare> era un gran vapor que superaba los 100 metros de eslora. Había sido construido en el Reino Unido y botado con el nombre de <Kurrachee>. Comenzó sus navegaciones mercantes en 1894 con <Nelson, Donkin & Co.» de Londres. En 1898 lo compró otra compañía londinense: la <Gordon Steam Shipping Co. Ltd.» con la que navegó hasta 1913 cuando fue adquirido por <G. Vitulli Montaruli> de Génova.

El <Giulio Cesare> navegaba de Barry a Génova con un cargamento de carbón. El lugar en el que tocó su casco no está claro. En las noticias de prensa, siempre, escriben que chocó contra una roca y que tuvo lugar fuera de cabo Trafalgar. Curiosamente, en ningún medio, nombran La Aceitera. Así que suponemos que tuvo que tocar con algún bajo cercano a ese cabo. Por ejemplo, <The Dundee Courier> lo relata así:

«”Feb. 17.- Italian steamer Giulio Cesare, from Barry for Genoa, struck a rock and foundered off Cape Trafalgar. All aboard werw landed at Cadiz.”» [del translate Google: «” 17 de febrero.- El vapor italiano Giulio Cesare, procedente de Barry con destino a Génova, chocó contra una roca y naufragó frente al cabo de Trafalgar. Todos a bordo desembarcaron en Cádiz.”»] Fuente: <The Dundee Courier>, 19 febrero 1923. Hemeroteca Digital, BNA.

En España, el <Diario de Cádiz> recoge con bastante detalle este naufragio: «”A las siete de la mañana, el buque náufrago, que se llama <Julio Cesare>, de más de 5000 toneladas, debido a la densísima niebla perdió el rumbo, viniendo a chocar con una roca en cabo Trafalgar, frente a Conil, abriéndosele tal brecha en la proa, que dio lugar a que el buque se anegara, hundiéndose paulatinamente hasta desaparecer en las aguas. / Cuantos esfuerzos hizo la tripulación fueron inútiles, por lo que pidieron auxilio con las señales dispuestas, acudiendo en favor del buque náufrago, el vapor pesquero español <Enrique Veiga>, de la compañía de Pujales, barco que muchas veces trae pesca a Cádiz.”» Fuente: <Diario de Cádiz>, viernes 16 febrero 1923. Hemeroteca Biblioteca Provincial Cádiz. 

Buque de pasajeros <Giulio Cesare> de la compañía Italia, entró en servicio en 1922 (193 m de eslora); realizaba servicios de línea regular entre Italia y Sudamérica. Fuente: "Barcos tricolores en los mares del mundo", en "Pueblos y países", vol. 6, A. Mondadori, Milán, 1934. Wikipedia, la enciclopedia libre.

Hay datos muy interesantes: que chocó con una piedra en el cabo Trafalgar y qye fue frente a Conil. Sin embargo, el cabo Trafalgar, en absoluto, está frente a Conil.

Por otra parte, las primeras informaciones generan una tremenda confusión. En Italia, durante esos años, convivían el vapor que nos ocupa y un gran transatlántico del mismo nombre. En un principio se creyó que, el buque que se había hundido fue el de pasajeros. <La Voz> aclara esa confusión inicial:

«”Se creyó de momento que el vapor naufragado era el gran transatlántico italiano de ese nombre. Por la noche llegaron noticias ya más concretas. El vapor hundido no era el transatlántico <Giulio Cesare>, actualmente en aguas de América, sino otro buque de igual nombre y matrícula que desplazaba 5000 toneladas.”»

Más adelante, la redacción del texto ofrece un dato que podría matizar el lugar del hundimiento:

«”El naufragio ocurrió cerca del cabo de Trafalgar, por haber chocado el buque con una roca. El <Giulio Cesare> se hundió totalmente.”» Fuente: <La Voz>, sábado 17 febrero 1923. Hemeroteca Digital, BNE.

“Recorte” de la matización de la noticia. <La Voz>, sábado 17 febrero 1923. Hemeroteca Digital, BNE.

Ya no es en el cabo Trafalgar, sino cerca y contra una roca. Este dato es interesante para que, cuando hablemos del supuesto pecio del <Giulio Cesare>, podamos argumentar nuestra hipótesis. Por su parte, la prensa del Reino Unido y Francia hablan de que fue fuera del cabo Trafalgar y que, según declaran los supervivientes, chocaron con una roca ¿aislada?:

«”The steamer Giulio Cesare, wrecked off Cape Trafalgar, was an Italian cargo boat, bound from England for Genoa with coal. Thirty survivors in five boats werw rescue and taken to Cadiz.”» [del translate Google: «”El vapor Giulio Cesare, naufragado frente al cabo de Trafalgar, era un carguero italiano que se dirigía desde Inglaterra a Génova con carbón. Treinta supervivientes en cinco botes fueron rescatados y trasladados a Cádiz.”»] Fuente: <Nottinghan Evening Post>, sábado 17 febrero 1923. Hemeroteca Digital, BNA.

Vista de la dársena del puerto de Cádiz. Los náufragos italianos contemplaron esta visión de la ciudad. Fuente: colección de Alejandro Gandul

De la prensa francesa destacamos este párrafo:

«”Le naufrage es dû au choc contre un rocher, d´après les déclarations des rescapés.”» [del translate Google: «”El naufragio se produjo por la colisión con una roca, según los servicios de emergencia.”»] Fuente: <Excelsior>, domingo 18 febrero 1923. Hmeroteca Digital, BNF.

Los treinta náufrago alcanzan Cádiz y son atendidos por el cónsul de Italia. Días más tarde, tal como cuenta el <Diario de Cádiz>, parten hacia Italia:

«”Náufragos. Para Barcelona marcharon desde donde seguirán para Génova, los náufragos del vapor italiano <Julio Cesare>, que hace pocos días se hundió frente a Conil.”» Fuente: <Diario de Cádiz>, miércoles 21 febrero 1923. Hemeroteca Biblioteca Provincial Cádiz.

Desafortunadamente no se ha hallado el expediente del naufragio de este buque. Seguramente habría aportado los datos suficientes para saber dónde se perdió. Sin embargo, los detalles que aporta la prensa, nos acercan a identificar los restos del <Giulio Cesare>, como los de un pecio que, habitualmente, es visitado por los centros de buceo de Conil.

Preciosa imagen del cigüeñal, y en el centro, la biela. Esta parte de la máquina es la del cilindro de baja presión. La biela está elevada, lo que quiere decir, que se encontraba en fase de exhaustación de vapor. Foto: Alejandro Gandul.

¿EL PECIO HOY?

Primero hay que valorar que el naufragio tuvo lugar con una niebla espesísima lo que, indudablemente, impidió a los tripulantes determinar el lugar donde tocó el buque. Recordemos que, finalmente, queda claro que la causa del hundimiento fue una roca que estaba por fuera del cabo Trafalgar. Además, tuvo lugar frente a Conil lo que descarta, definitivamente, cabo Trafalgar y, en consecuencia, La Aceitera.

El posible pecio del <Giulio Cesare> es conocido como <el vapor de Marcelo>, o <la piedra de Marcelo>, nombre que se corresponde con el del pescador conileño que descubrió esos restos. [*]

Se encuentra a unas tres millas frente a Conil, a una profundidad media de unos 28 metros y a su alrededor no hay escollos. Sin embargo, como a media milla encontramos el bajo de la <Piedra que Revienta>; dos picos de piedra aislados, con una bajamar escorada de, sólo, 2 metros. 

Vídeo de inmersión en <el vapor de Marcelo>, por Alejandro Gandul Hervás. Duración 2:49 minutos. 

<Diario de Cádiz> cuenta que el buque se hundió, paulatinamente, tras tocar una roca. Este dato, junto con que fue frente a Conil y fuera de cabo Trafalgar, podría coincidir con el naufragio de un vapor que impacta contra la <Piedra que Revienta> y que, más tarde, se hunde. Fondeados sobre estos restos comienza una inmersión apasionante.

Esta gran rueda está en la máquina y su función, al girarla, era mover los excéntricos para dar avante o atrás. Foto: Alejandro Gandul. 

Se trata, sin duda, de un gran vapor cuya eslora ronda los 100 metros. Cuando se bucea con un carrete guía, muy útil por la turbidez de las aguas y las dimensiones del pecio, es lo que nos indica la longitud del cabo utilizado. Es un auténtico recorrido por el tiempo pues, a pesar de haber sido desguazado en gran parte, sí que conserva más estructura que otros vapores que han servido como suministro de chatarra. Basta nombrar su máquina de triple expansión, enorme y majestuosa, pues se distinguen perfectamente sus cilindros, soportes, bielas y cigüeñal.

Horno y el cenicero de una de las calderas. Foto: Alejandro Gandul. 

Una auténtica delicia observarla e imaginar a la tripulación faenando a su alrededor. Bucear cerca es como recorrer un enorme corazón que parece que va a comenzar a funcionar de nuevo. Al lado de sus calderas. Igualmente impresionantes, muestran sus hornos abiertos y, a su alrededor, variadas válvulas y tuberías que comunicarían el agua y vapor a presión.

Ya tenemos un par de datos que coinciden con características del <Giulio Cesare>: eslora y máquina de triple expansión. Seguimos hacia la proa. Tras pasar las enormes calderas, llegamos a una zona que es, básicamente, una acumulación de chapas, hierros retorcidos e incluso partes de costado con sus remaches. Sí que se pueden distinguir algunas bitas y molinetes de las plumas de carga. En vano, la vista trata de entender ese caos y el paso de los hombres por entre esos hierros.

Tras el volante de inercia, hacia popa, parte el eje de transmisión de la hélice. Foto: Alejandro Gandul. 

Llegados a la proa, que sólo conserva la parte de su roda, el paso de los años y su peso la ha dejado tumbada sobre su amura de babor. Es posible atisbar en su interior, hoy refugio de multitud de peces. Regresar hasta la popa, en un buceo normal, es complicado, pero la escritura nos permite ciertas licencias sobre el perfil de la inmersión.

Volante de inercia. Al fondo, la máquina. Foto: Alejandro Gandul. 

Situándonos de nuevo en la máquina podremos descubrir, impresionados, en su parte inferior el cigüeñal. Rodeando la máquina hacia popa, a pesar de la neblina que nos rodea y tras pasar el volante de inercia, podremos seguir hasta alcanzar su hélice. Durante este recorrido veremos pescantes de botes y fuera del pecio algunas piezas caídas de los candeleros. Esta zona se encuentra, igualmente, muy despojada de estructura hasta que alcanzamos la popa, es un deleite el encuentro con una gran hélice de respeto depositada sobre la chatarra y oculta en parte.

La popa con su hélice se encuentra en posición de marcha, el timón ha cedido y está algo caído a estribor. También se puede ver el sector del timón fuera de su posición. Esta zona, al igual que la proa, es la única del pecio que mantiene algo de su interior.

Vista de una de las palas de la hélice. Foto: Alejandro Gandul. 

Pensamos que este pecio puede ser el <Giulio Cesare>. Nuestra hipótesis se basa en que el buque tocó una roca fuera del cabo Trafalgar y frente a Conil (La Piedra que Revienta) y se hundió lejos de ella (el buque siguió navegando un trecho hasta hundirse). Las dimensiones y tipo de máquina también coinciden y, muy importante, por la zona no consta ningún otro hundimiento con esas características.

Timón del buque. Foto: Alejandro Gandul. 

NOTA: [*] Ciertamente el descubridor fue el pescador Juan Camacho, alias “Marcelo”, apodo que había heredado de un tío con dicho mote [Gracias a Pepe Gil, Rodrigo Sánchez Cifuentes y José Muñoz por esta información].

*** Fuente: BAJO LAS COLUMNAS DE HÉRCULES: naufragios de vapores mercantes, Cádiz y Ceuta, 1837-1939”, Alejandro Gandul Hervás. Ediciones Suroeste, 2024. ISBN: 978-84-122907-8-3. 

GUERRA EN ÁFRICA (1.925).

El Ayuntamiento de Conil, y en su nombre el alcalde, felicita al máximo representante del Gobierno de la Nación en la provincia, por los “tr...