Hace un par de semanas, se terminó la transcripción de “FLORECILLAS DE ESCALIO”, una de las obras recuperadas de Luis Briceño, conjunto de cuentos, o como él mismo la subtitula: “recopilación de narraciones, relatos y cuentos escritos en años mozos, hermosa edad en que tantos ensueños se tiene y en que solo se vive de ilusiones.”
En este blog, para continuar con el conocimiento de las habilidades literarias del autor, se inicia a partir de hoy la copia de un nuevo trabajo, de una novela, publicada, igual que la anterior, en Jaén, donde el personaje pasó algo más de la tercera parte de los últimos años de su vida: “LA FUERZA DE UN PRIMER AMOR”, definida como una “novela de notorio matiz ingenuo, de escasa traba episódica y de carácter sentimental”. No se sabe el año de su publicación, aunque, por la dedicatoria, se deduce que fue posterior a 1936, año en el que por dramáticas circunstancias, perdió a su hijo Manuel: “A mis hijas queridas, con toda la efusión cariñosa de un padre huérfano de otras inquietudes filiales. EL AUTOR.” Las hijas eran, María (1906-2006) y Rosario (?-2002).
Desde aquí agradecer a María Virtudes Sánchez Moreno, sobrina biznieta de Luis Briceño Ramírez, por permitir el escaneado de esta obra impresa, que junto con las demás, forma parte del rincón más entrañable de su biblioteca.
[De ambientación] Portada de un ejemplar de la obra, que actualmente se puede encontrar en librerías especializadas a precio muy asequible. Fuente: “https://libreriaraimundo.com/novela/69585-la-fuerza-de-un-primer-amor”
GALEATO1.
Fue la primera intención del autor, al pensar en redactar este proemio2, circunscribir el discurso a los límites puramente indispensables, esto es, a narrar escuetamente cómo concibió la idea de escribir la obra a cuyo cuerpo precede, y, sencillamente, cómo la desarrolló.
Pensándolo mejor, y considerando que es el primero en apreciar la insignificancia de su valor literario -el del autor antes que el de su obra, aunque lo uno corra pareja con lo otro- ha variado de parecer, tratando de convertir en galeato lo que solamente iba a ser prólogo o proemio acostumbrado.
Efectivamente, la idea del autor alzaba el vuelo en la intención. Pretendía nada menos que salirse de lo vulgar, de lo común y de lo corriente y rutinario. Quería hacer una cosa que se saliera del simple relato detallado y minucioso de una taba de sucesos del orden de lo común o general, con diálogos de la medida de la prolijidad. Imaginó, consideró, discurrió, reflexionó, examinó sus propósitos con todo su cuidado; formó y redondeó su pensamiento, y se decidió, por fin, a vaciarlo sobre las cuartillas.
¿Puede apreciarse, quizá, por algún espíritu de honda calazón, alguna desproporción entre el ambiente en que la novela principalmente se desenvuelve y los caracteres de sus personajes?
Teniendo en cuenta la profunda transformación sufrida por la sociedad; que todo el mundo se ha hecho mucho más advertido, avisado y entendido que nunca; que en términos generales, todo el que antes era rudo, abobado, payo o simplonato es hoy doctor en gramática parda; que ya, por su escasez, son mirlos blancos los batos3, los alarbes4, los atabales5, los bacallares6 y los mogrollos7, nos decidimos por la negativa.
No podemos creer, por consiguiente, en la existencia de una impresión de extrañeza al considerar, pongamos por caso, un paraje andaluz habitado por un personaje que no reaccione de la impresión de una ofensa -exageremos el caso,para mejor comprensión- respondiendo, en el acto, con el empleo de la navaja, del palo, con una celada o con una cruenta venganza …
[De ambientación] Fotografía de Luis Briceño en un lugar de honor en el despacho de la Secretaría de la Cofradía de Pescadores de Conil de la Frontera. Gentileza Nicolás Fernández Muñoz. Autoría: Antonio Leal, 21 diciembre 2.023.
No: nuestro personaje reacciona, sí, con un espíritu dominante de venganza, que utiliza a su manera. No es asesino ni homicida. Se limita a tomar satisfacción de su agravio, pero sin ocasionar daño físico, corporal, a su ofensor.
Este personaje, como sus demás compañeros de ficción, son como en ella se retratan, sin que en nuestro parecer pueda decirse fundadamente que sus reacciones psicológicas se produzcan sin la obligada relación con el aire que respiran.
¿Hay superficialidad, por otro lado, en la exposición de caracteres de nuestros personajes? … ¿Pudiera creerse que la exposición de los mismos es aparente, sin solidez ni substancialidad, necesitando declarar más concienzuda y profundamente todo el detallado y genuino alcance de cada idiosincrasia o modo peculiar de ser cada uno de ellos? … Pues al trazar alguno -el de María, por ejemplo- ¿no pecamos de minuciosos? …
En otro aspecto, ¿existe la conexión y enlace debidos entre los distintos «hechos», en nuestra ficción? … ¿Puede argüísenos que esos «hechos» aparecen, supongamos, recortados, como bloques tallados a pico, cuyo perfil aparezca más bien separando que uniendo? …
Tampoco nos parecería fundada esa suposición. Nos decidimos, desde luego, por las mesas bi, tri o cuadripersonales de los modernos comedores públicos, dando por bien arrinconada y proscrita la antigua, molesta y antihigiénica «mesa redonda».
Nos pronunciamos por el recinto más o menos bellamente construido de una moderna industria de mayor o menor importancia: aquí, los talleres hache; allí, los jota; un poco más allá, los ene; acullá, los pe. Por un conjunto de elementos, separados lo indispensable, entre sí, pero sin dejar de constituir un todo eficaz y armonioso, mejor que por una vetusta edificación, comúnmente destartalada y asimétrica, donde, bajo una misma llave, se hacinan en aglomeración de mezcolanza las diversas actividades de una industria o de un negocio.
[De ambientación] Luis Briceño Ramírez, leyendo una poesía original, con motivo de la Fiesta de la Poesía, dedicada a San Juan de la Cruz en Jaén. Fuente: Instituto de Estudios Giennenses. Paisaje: crónica mensual de la provincia de Jaén, noviembre 1958.
No vemos, ni creemos que pueda verse, ni apreciarse, disociación que no sea simple independencia, sin pérdida de conexión, entre el conjunto de nuestros hechos.
¿Es que miramos con pasión nuestra obra? … Entendemos que no; que la queremos con la naturalidad de lo que nos pertenece, apartando de esa voluntad o inclinación cariñosa la excesiva viveza de nuestras preferencias. Pero nada más. Ni nos consideramos ególatras ni apasionados, máxime si tenemos presente la escasísima talla de nuestra personalidad literaria.
Examinemos, por último, otro aspecto de la cuestión.
¿Qué clase de obra es la nuestra? … En la cubierta de la misma hemos consignado nuestro juicio, calificándola de notorio matiz ingenuo, de escasa traba episódica y de carácter sentimental. ¿Basta para ser juzgada por los demás? … ¿Habrá quien la crea novela de costumbre, o psicológica? … No lo sabemos, aunque creemos que no.
En nuestra ficción no hay ni pintura de costumbres, ni preferencias por ellas. Pasiones, en todos sus aspectos, nunca faltan en la convivencia de personas; pero en los hechos de nuestra obra, ni se relatan costumbres propiamente especificadas para dar base a una denominación, ni materia típica que caracterice lo que se haga más comúnmente por genio o propensión.
¿Psicológica? … Hay situaciones que afectan en cierto modo al espíritu. Por algunos de nuestros personajes se reflexiona, esto es, se piensa en su situación y se vuelve sobre el asunto, considerándolo de nuevo y todo lo detenidamente necesario. Se hace más: hay expresión y excitaciones, si se quiere, tendentes a despertar sentimientos tiernos, hijos de propensiones de afectos, cariñosas, amables. Hay escenas sensibles, de desbordamiento pasional del afecto que atrae un sexo a otro. Mas no creemos necesario recurrir a la Hermenéutica8 para no confundir lo que sólo pertenece al alma o atañe al espíritu, con lo que exclusivamente se mantiene en los límites de lo que expresa o excita tiernos sentimientos.
[De ambientación] Escena campestre, cuadro al óleo sobre tabla de José Palomar. Fuente: Galería de Arte Sorolla.
Nuestra novela -no nos cansaríamos de repetirlo- no es más que una modestísima ficción de nuestro intelecto, seducido por la incontrarrestable afición a la literatura. Nació -la ficción, no la afición- de la frecuente contemplación de un cromo de escena campestre y fue desarrollada en los ocios de la sucesión de noches invernales. Y el atrevimiento de una inaguantable inclinación hace que se lance a la publicidad, confiando, eso sí, en la buena voluntad que la crítica y el lector suelen dispensar a los novatos.
A ellos se entrega confiadamente, con toda su consideración.
El Autor.
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR: [1] Galeato.- El adjetivo "galeato" describe un prólogo o preámbulo que, a modo de casco o armadura, defiende una obra, idea o persona, anticipando y rebatiendo posibles críticas u objeciones. Su origen latino y su uso histórico nos ayudan a comprender su significado y a identificar su función en diferentes contextos comunicativos, incluso cuando no se utiliza el término de forma explícita. Fuente: “bibliatodo.com”. [2] Proemio.- Prólogo, discurso antepuesto al cuerpo de un libro. Fuente: DRAE. [3] Bato.- Hombre tonto, o rústico y de pocos alcances. Fuente: DRAE. [4] Alarbe.- Hombre inculto o brutal. Usado más en el panocho murciano. Fuente: DRAE. [5] Atabales.- Ser conocido de todos por hacer públicas sus bellaquerías. Fuente: DRAE. [6] Bacallar.- Villano, bellaco. [7] Mogrollo.- Gorrón, que vive a costa ajena. O, sujeto tosco y que no tiene cortesía. Fuente: DRAE. [8] Hermenéutica.- Interpretación de los textos, originalmente los sagrados. Fuente: DRAE.
CONTINUARÁ CON “UNA CASILLA DE PEONES CAMINEROS”, EL 13 noviembre 2025.
*** Fuente: “LA FUERZA DE UN PRIMER AMOR: novela de notorio matiz ingenuo, de escasa traba episódica y de carácter sentimental”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. sin numerar. Diario Jaén, Talleres Gráficos, s/f.



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