¡CÓMO SE MENEA MARCOS!
Todos los chicos de aquel colegio de primera enseñanza, teníamos un segundo maestro, todo lo atento, todo lo afable y todo lo cariñoso que el primero pudiera ser, en el señor cura párroco de la única parroquia que en el pueblo había.
El señor cura párroco de aquella populosa localidad, sin mermar ni en un ápice la venerable y sagrada misión que tenía confiada, era para todos nosotros, como para todo el mundo, en otros aspectos, además de profesor de excelente eficiencia, amantísimo de unos y otros, salvando todos los respetos, un animoso colega, un chiquillo más.
Luego de inculcarnos los más sanos y rectos principios, saludables consejos, sabias e instructivas enseñanzas, escogidas y alentadoras máximas, sabía fijar en nuestra tierna mente, en nuestra incipiente inteligencia, las inacabables ternuras de su blando y amable corazón.
Su paciencia para con nuestras múltiples impertinencias e incontables flaquezas, era seguramente la misma con que el bíblico Job conllevaba sus miserias y dolores; su tesón para con nuestro aprendizaje, era fijamente comparable al de las olas del mar, que, con sus constantes flujos y reflujos, van puliendo el canto rodado.
[Ambientación] “La bendición del campo en 1800”, 1887. Óleo sobre lienzo, 345x596cm., de Salvador Viniegra y Lasso de la Vega (Cádiz, 1862 – Madrid, 1915). Fuente: “museodelprado.es”.
Fuera de las horas canónicas y menores, participaba en nuestros juegos y distracciones, en nuestras travesuras y pasatiempos, con tal mimosidad y diligencia, como si fuera uno cualquiera de nosotros. Tomaba como suyas nuestras alegrías y sinsabores, nuestras zozobras y satifacciones, nuestros gozos y contrariedades, y, más de una vez, endulzó nuestras amarguras ideando y compeliéndonos a ejecutar algunas cosillas que, por nuestra poca edad, escapaban a nuestro alcance.
Nos invitaba a todos los oficios, ceremonias, funciones y rezos religiosos, de carácter público, y nosotros asistíamos siempre en la mayor satisfacción y alegría, guardando en todas ocasiones, como era lógico y natural, la debida mesura y devoción.
Era, también, elocuentísimo orador y delicado poeta, y en su alma, alma de niño, constantemente inundada de regocijo y buen humor, no había, para nosotros, fuera de las enseñanzas directrices, nada más que torrentes parleros de charlas amenas, expresiones agudas, rasgos y ocurrencias saladísimos, que nos hacían llorar de gozo, y hasta, en algunas ocasiones, de quebrantamiento de ribetes de amor propio de niño consentido y puntillos de infantil pundonor. ¿Por qué no?
Un día esplendoroso de mayo florido, se celebraba la tradicional bendición de los campos [1], con su rezo cantado de letanías menores.
La comitiva, bastante numerosa, se encaminaba hacia una de las salidas del poblado, mejor conductora hacia la tierra de labrar. Delante, como reyes de armas, formaban los alumnos de las escuelas públicas, con sus respectivos profesores y auxiliares. A continuación los cofrades y congregantes de las Asociaciones religiosas, con insignias, banderolas y estandartes. Más atrás, el señor cura párroco, con sus alumnos predilectos, el cantor-organista, el sacristán y dos monagos. Por último, cerrando ya el cortejo, la Corporación municipal, con sus invitados y la banda de música.
[Ambientación] En el patio del Ayuntamiento, hacia 1934. [El maestro es don Miguel Álvarez]. Colección particular Manuel Muñoz. Fuente: “Conil en la memoria”, p. 77, 2004.
Los dos sacerdotes que con el señor cura párroco constituían el clero parroquial, marchaban entre los grupos delanteros, ayudando a los hermanos mayores y presidentes de las Asociaciones, a cuidar y guardar la formación.
Inmediatamente, delante del señor cura párroco, marchaba MARCOS, el sacristán, que se contoneaba pronunciadamente, hasta llamar la atención, abstraído, sin duda, en adelantar las cooperaciones de la letanía menor.
El señor cura párroco cantaba el ruego o invocación, con su agradable y bien timbrada voz, el sacristán, haciendo sobresalir la suya, cascada y poco armoniosa, iniciaba la cooperación.
-Pre crucen et pasionen tua … an.
-Te rogamus exaudino … os.
-A morte perpétua … a.
-Libera nos domino … ó.
-Omnes Patriarques et Profeta … as.
-Orate pro no … o … bis.
-Sante Cosme et Damiane … e.
-Orate pro no … o … bis.
-Sante Joanne Batiste … e.
-O … ora pro … no … o … bis. [2]
El sacristán, muy afectado, seguramente, por la causa expresada, acentuaba todavía más su ridículo contoneo, y el señor cura párroco, no sabiendo cómo advertir al inoportuno subalterno, apeló a uno de los recursos inagotables de su genio y carácter enjundiosos, e invocó:
-¡Cómo se menea Marco … os!
A lo que el aludido contestó, dándose cuenta de la advertencia y enmendando el yerro:
-O … ora pro … no … bi … is.
[Ambientación] El Niño Jesús de San Juan de la Palma. Fuente: Archivo Sánchez del Pando. Fototeca Municipal de Sevilla. “El Corpus a través de diez imágenes del siglo XX”, gentedepaz.es.
NOTAS DEL TRANSCRIPTOR:
[1] La bendición de los campos era una tradición muy extendida en España, especialmente en las zonas rurales. Se trataba de una celebración religiosa y agrícola que tenía como objetivo dar gracias por la llegada de la primavera y pedir la bendición para una buena cosecha. Se realizaba a finales de abril o principios de mayo, coincidiendo con la llegada de la primavera y el florecimiento de los cultivos. En la bendición de los campos participaban la comunidad rural, incluyendo agricultores, pastores, ganaderos y miembros de la iglesia local. El ritual solía incluir una procesión religiosa, con la imagen del santo patrón de la zona, a través de los campos. Se cantaban salmos, se rezaban oraciones y se rociaban los cultivos con agua bendita. Fuente: Vista creada con IA, Google, 19 mayo 2025.
[2] Ante tu cruz y pasión / Os rogamos que nos escuchéis / De la muerte eterna / Líbranos, señor / Todos los patriarcas y profetas / Ruega por nosotros / Santos Cosme y Samián / Ruega por nosotros / San Juan Bautista / Ruega por nosotros. Fuente: Translate Google.
Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 65-67. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.
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