Esculcando en las diversas hemerotecas que internet ofrece, encontreme con un relato de un personaje, probablemente ficticio, que localiza en la vecina villa de VEJER DE LA FRONTERA, y como de allí mantengo muy buenas amistades, pronostico que sería de su gusto leerlo, por lo que con una gran dosis de osadía procedo a su transcripción.
[Ambientación] La foto más antigua que se conoce del municipio de Barbate: el faro de Trafalgar en 1.866. Fuente: “vecinosdezahora.blogspot punto com”, 15 febrero 2.013, José Antonio Mármol Román.
“LA VIUDITA DE VILLA-PEÑA // En esa hermosa tierra donde el cielo es más azul y más puro, donde el sol brilla con más esplendor y donde las flores son de variados matices y de más exquisita fragancia, hay un pueblo situado muy cerca de un cabo que es bañado por las aguas del Atlántico, que después de acariciar con sus ondas San Lúcar, los Puertos y Cádiz, pasan el estrecho de Gibraltar ó se pierden en las grandes corrientes africanas. TRAFALGAR se llama el cabo y VEJER DE LA FRONTERA el pueblo, cuyas dos cosas puede ver el curioso viajero que, yendo de Algeciras á Cádiz, se asome á la ventanilla del coche al oir la voz del mozo que grita: «¡VEJER … dos minutos de parada!»
[Ambientación] Después de la tormenta, campos de Vejer. Fuente: Facebook de Manuel J. Melero Callado, 25 marzo 2.025.
VEJER es un pueblo cuya descripción necesita de muchas páginas de un libro, y de una pluma muy bien cortada que pinte, como se merecen, aquellos vergeles que, rodeando á la ciudad, parecen guardarla en estuche de verde follaje; que sepa describir la emoción que se apodera del espíritu al contemplar, desde el mirador ó azotea de una casa de campo, el espectáculo que ofrecen las verdosas olas, ribeteadas de espuma, cuando al ser heridas por los rayos del sol poniente se estrellan contra la costa, salpicando de ligera lluvia de espuma y agua la fría arena de la playa, ó la cubierta del falucho embarrancado. Pero yo, pobre escritor, ni tengo tiempo ni espacio para hacerlo, ni mi pluma se atreve á acometer tan ruda y difícil empresa. Así pues, me limitaré á decir que ese rinconcito de Andalucía es un verdadero paraíso que, á no engañarme, es muy superior al que nuestra religión nos pinta como lugar en donde nuestros primeros padres cometieron el pecado original.
En este pueblo, y á distancia de unos cien metros del radio de la población, hay un HOTEL, rodeado de un hermoso y frondoso jardín, que recibe el nombre de VILLA PEÑA, por ser su propietario el señor Conde de la Peña, que pasa allí todos los veranos.
Hace proximadamente seis años que el Conde, según costumbre, fué á Villa-Peña á pasar aquel verano, llevando en su compañía á su hijo Luis, muchacho de diez á doce años, de delicada complexión y atacado de mortal enfermedad, que, según opinión de los facultativos, le había de llevar muy pronto al sepulcro. Aquellos aires puros y aquel clima, siempre bonancible y seco, sentaron admirablemente a Luis, cuyas fuerzas fueron aumentando de día en día, gracias al ejercicio corporal que cotidianamente hacía.
Pero la equitación, la esgrima, la gimnasia, etcétera, eran para él una obligación, no una distracción. De aquí que empezara á aburrirse horriblemente y á echar de menos las pelotas, los aros y los juguetes de fantasía que, por un olvido el mayordomo, no fueron en el equipaje. Mas un día que correteaba por el jardín seguido de Tioki, un galguito de pura casta inglés, vió en medio de uno de los muchos cuadros de flores á una muchachita de angelical hermosura y de su misma edad, meses más ó menos, que jugaba con una muñeca y un juego de cocina de pequeñas dimensiones. Con mucha lentitud, y casi asustado, se fué acercando á la niña hasta estar á su lado. Aquella le dejó mirar, y al cabo de un rato de silencio, Luisito la preguntó con voz casi temblona:
-¿Quieres que juegue contigo?
[Ambientación] Los colores y reflejos del campo; la mañana … Fuente: Facebook de Manuel J. Melero Callado, 24 marzo 2.025.
La niña dijo que sí, y aquella tarde olvidó Luis su lección de esgrima por los cacharros y la muñeca, y no hubiera vuelto al hotel hasta que hubiese sido de noche, y no le hubieran ido a buscar los criados del Conde.
Todos los días se repetían los mismos juegos. La niña, que se llamaba Juana y era hija de uno de los guardas de la posesión, llegó á sentir tal cariño por Luisito, que el día que por alguna casualidad no le veía, se ponía triste y llorosa. Y á Luisito le pasaba otro tanto; el anhelo de ambos era el estar juntos y jugar.
Un día Juanita se encaró con Luis, y le dijo:
-Oye, ¿vamos á jugar á que éramos marido y mujer?
-Sí, sí.
-Bueno, pues verás. Primero íbamos á la iglesia y después á nuestro palacio, en una carroza dorada con muchos caballos …
-¿Y dónde está la iglesia? -preguntó Luisito muy serio.
-Aquí la ponemos, tonto.
-No. Mira, déjalo. Ya nos habíamos casado. Pero no podíamos ir en carroza, porque se había roto una rueda.
-Bueno, como quieras.
Y desde aquel momento, Luisito y Juana fueron esposos … á su manera.
Pero su felicidad duró poco, muy poco. Un repentino é inesperado ataque cortó la existencia de Luis, á la media hora de volver de jugar con su mujercita. Como es natural, el dolor del padre no reconoció límites; y en cuanto á la viudita, estaba inconsolable, sin cesar de llorar y no queriendo ver á nadie.
Dos días después de verificar el sepelio del cadáver de Luisito, tuvo el Conde verdadero empeño en visitar la tumba de su hijo. Sin escuchar las prudentes advertencias que le hicieron sus amigos y parientes, marchó al cementerio acompañado del padre de Juanita. Ya en él, y cuando el conserje les guió hasta la sepultura, lo primero que vieron sobre la losa que la cubría fué un ramillete de flores, al que había atado un papel en el cual, con muy mala letra y peor ortografía, estaban escritas estas palabras:
«Para mi maridito.- Juana.»
[Ambientación] El río Barbate a su paso por las Peñas de Soria y Vejer de telón de fondo … Fuente: Facebook de Manuel J. Melero Callado, 17 marzo 2.025.
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Esta historia me la contó días pasados don Juan de la Peña, hermano del Conde, enseñándome al mismo tiempo el retrato de Juanita, que es una joven de rara hermosura. Añadiendo á su relato, que su hermano el Conde aprohijó á Juana cuando murieron sus padres. La pobre niña ha hecho solemne voto de castidad, y pronto ingresará en el Convento de Damas Inglesas de esta Corte. // Fernando Torregrosa.”
Fuente: “EL PAIS: diario republicano progresista”, año VIII, núm. 2.411, lunes 29 de enero de 1.894. Hemeroteca Digital, Biblioteca Nacional de España, BNE.
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