Gracias a un post, del 8 mayo 2020, en el muro de facebook de Juan Foncubierta, conocimos la existencia de este excelente trabajo sobre "... los cementerios de la provincia de Cádiz", y no desaprovechamos la ocasión para transcribir literalmente el capítulo correspondiente a Conil de la Frontera, con la osadía de añadir algunas fotografías que ilustre algo más, si cabe, la interesante información aquí recogida.
Conil. Torre o Castillo de Guzmán el Bueno. Fuente: “Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Cádiz”, p. 597, Enrique Romero de Torre, encargo 1907, entrega 1908, publicación 1934, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
“IX.4. CONIL DE LA FRONTERA
Este pequeño pueblo del litoral suratlántico se encuentra entre los cabos Roche y Trafalgar, junto a la desembocadura del río Salado. Desde la Antigüedad, ha sido una de las zonas más civilizadas de Occidente, aunque la villa actual tiene su origen en la Edad Media, tras la reconquista cristiana.
Conil surgió durante el siglo. XIV alrededor de la Torre de Guzmán y su Castillo. Este recinto defensivo, de reducido tamaño, tenía una función militar, aunque sirvió también de refugio a la población civil en momentos de conflicto. La villa debió de desarrollarse lentamente en torno al Castillo, sobre todo a partir del siglo XV, que es cuando se puebla de manera estable. Durante este tiempo se construyó la antigua Iglesia parroquial de Santa Catalina, concluyéndose así la configuración de la Plaza Mayor de la villa, donde se ubicaron las principales edificaciones de la ciudad.
Al iniciarse el s. XVI aparece un segundo recinto amurallado en torno al Castillo y rodeando las casas, la Muralla o cerca de la villa, dentro de la cual se asentó la población. La razón de su construcción fue el creciente peligro que representaban las incursiones de la piratería berberisca tras la conquista de Granada. Al amparo de su muralla, Conil se desarrolló gracias a la creciente importancia del atún, que hizo necesario a mediados de siglo, la construcción de La Chanca, fábrica de salazones y almacén de barcas y pertrechos de la almadraba.
Gracias a la riqueza que generaba la pesca, Conil se va configurando como villa entre 1550 y 1650. El duque de Medina Sidonia manda construir el Convento de Mínimos de Ntra. Sra. de las Virtudes (también conocido por La Victoria) a extramuros. Otros lugares donde tradicionalmente han contado con su propio camposanto han sido los hospitales y las ermitas.
Conil también contó al principio del siglo XVII con un Hospital (hoy desaparecido, en la calle homónima) y varias Ermitas, unas dentro del recinto amurallado (ermita de Jesús) y otras fuera (Espíritu Santo y Vera Cruz)1024.
Entrada a La Chanca. Fuente: “Catálogo de los Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Cádiz”, p. 598, Enrique Romero de Torre, encargo 1907, entrega 1908, publicación 1934, Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes; mejorada por Scard Bermos, 2020.
Iglesia Mayor de Santa Catalina, hacia 1919. Fue construida en el siglo XV. Desde entonces fue objeto de muchas obras de remodelación. Se cerró al culto por ruinas en el año 1930. Colección particular Juan Carlos Almazo. “Conil en la Memoria”, p. 32, 2004.
IX.4.1. Iglesia de Santa Catalina
Desde su construcción en el siglo XV, la parroquia de Santa Catalina fue hasta 1930, la iglesia Mayor de la ciudad, donde al menos, desde mediados del siglo XVI, está documentada la propiedad de bóvedas y capillas por distintas familias de la localidad1025.
Como en otras poblaciones que padecieron la fiebre amarilla del año 1800, desde ese momento se construyó en el lado sur de la parroquia un cementerio parroquial1026. A pesar de que no padeció las consecuencias de la epidemia de fiebre amarilla de ese año, si formó parte del cordón sanitario que aislaba las zonas contagiadas. Por ello no es de extrañar que desde entonces se decidiera no volver a enterrar en el interior de la iglesia. Con ello se cumplía con la normativa de 1787, aunque sólo en parte, porque el camposanto se ubicó intramuros de la ciudad, entre la parroquia y La Chanca. Por entonces Conil contaba con una población de casi 4.000 personas, gracias al constante crecimiento registrado durante el siglo XVIII, especialmente en su segunda mitad1027.
La siguiente noticia que encontramos del cementerio local es de junio de 1806, cuando el cura José Joaquín de la Torre retorna al obispado un cuestionario donde se le pedía información acerca de su funcionamiento. El párroco afirmaba que en Conil “no ha aumentado el trabajo, ni los enterramientos, ni por la distancia del nuevo camposanto, que con arreglo a las últimas órdenes se hizo por hallarse este inmediato a la iglesia”. Según su opinión, no era necesario hacer otro nuevo, y los derechos de los funerales que tenían asignados los eclesiásticos “son demasiado tenues” con respecto a los tiempos que corrían”1028.
De él nos da noticias a mitad de siglo XIX Pascual Madoz cuando al hablar de Conil añade que contaba con un “cementerio nuevo, en uno de los extremos de la población, hacia el mar, y con puerta a la parroquia”1029.
Esta situación se mantuvo sin cambios hasta que el arcipreste de la ciudad, Antonio Ortega, comunicó al obispo de Cádiz en julio de 1900 la posibilidad de realizar una ampliación, cuando la ciudad contaba con unas 5.000 habitantes. La propuesta fue consultada con el alcalde, con quien llegó a un acuerdo. El Ayuntamiento donaría un terreno donde se construiría un patio de 60 m2, pensando que se tardaría muchos años en llenarse. Llegado ese momento, se abriría una puerta en la pared frontal que comunicaría este primer patio con el siguiente que se construiría seguido y dentro del mismo terreno. El recinto debía tener habitación para el sepulturero, sala de depósito y de autopsias, y otra que serviría de capilla. Para ello se hizo un plano, que no se ha conservado, y un presupuesto, que no supuso “más de 2.000 duros”.
La parroquia tuvo que pedir ayuda al obispado al no poder costearlo, ya que según su párroco, Conil era un pueblo pobre “de donde nada se puede sacar … y más pobre lo es su cura, que sólo puede subsistir”. Esta mala situación económica se manifestó en las distintas hermandades, que al llegar a 1880 carecían de fondos con los que costear los entierros, llegando algunas de ellas a desaparecer1030.
Pero detrás de las prisas por llevar el proyecto bajo la dirección de la parroquia, según confesó el cura, estaba el que “varios políticos contrarios a la Iglesia y pretenden hacerle perjuicio, ganándose los cuartos, y han venido ya periódicos hablando de esto, por lo que hay que darle curso al expediente que se había incoado”1031.
Imagen de Conil desde donde terminaba el puente,hacia 1925. Colección particular Juan Bermúdez. “Conil en la Memoria”, p. 26, 2004.
Santa Catalina, cementerio y la Chanca, desde la torre de Guzmán, sin fechar. Archivo Juan Manuel El Mirlo.
IX.4.2. Primera mitad siglo XX
Los años van pasando y no es hasta 1925 cuando en el pleno del Ayuntamiento acordó la construcción de un nuevo cementerio, debido a las lamentables condiciones en que se encontraba el que estaba junto a la parroquia. Según la Junta Municipal de Sanidad, el tema se venía tratando desde hacía dos años, al carecer el cementerio parroquial “de las condiciones higiénicas y legales necesarias y que es imposible proseguir enterrando en él nuevos cadáveres, sin faltar al respeto debido a los que fueron y sin poner en peligro inminente la salud del vecindario”.
Según el Real Decreto de 8 de mayo de 1924, se imponía a los Ayuntamientos la construcción y la propiedad de estos recintos. Por ello se decidió el 2 de marzo de 1925 nombrar una comisión formada por el 2º Teniente de Alcalde, un concejal y un vecino de la villa, Francisco Briceño, “uno de los más entusiastas por la idea de creación de un nuevo cementerio", quienes se encargarían de buscar y proponer los terrenos donde ubicarlo.
Para saber la capacidad necesaria del nuevo lugar, era necesario saber el número de defunciones de los últimos diez años. Esta información fue facilitada por el juzgado, que tenía registrado en ese tiempo 1.436 fallecidos. A continuación, se informó al párroco de Santa Catalina del proyecto municipal, interesándose por saber si la parroquia estaba dispuesta a construir por su cuenta, a contribuir en algo, o si por carencia absoluta de recursos, se advenía “a no tener en el que se construya otra intervención que la puramente espiritual”. No nos sorprende que el párroco eligiera la última opción, aunque esto no significó su renuncia a los derechos que legítimamente ostentaba sobre los lugares sagrados. El párroco apoyó la iniciativa municipal, ofreciéndose a prestar toda la cooperación necesaria para que la empresa tuviese éxito.
En marzo de 1926 la comisión expuso que, aunque tardíamente, hallaron en el sitio llamado Cruz del Paso dos hectáreas que eran adecuadas para ubicar el nuevo cementerio municipal. El lugar pertenecía a Francisco García Ramírez y a Juan M. Cifuentes, proponiendo que, aunque se hallan a buena distancia de las últimas casas de la población y en orientación Norte, el lugar debía ser inspeccionado por dos médicos, tal como prescribía la ley, así como por el perito del proyecto, antes de proceder a su adquisición por el municipio.
Los médicos no apreciaron ningún inconveniente en las parcelas, que se encontraba a dos mil metros de la población, y en un terreno adecuado. Sin embargo, en su informe añadieron que cuando volvían de su inspección, se percataron de otro terreno propiedad de Manuel Lojo Calderón, algo más cercano a la población, con la misma orientación y condiciones que las parcelas inspeccionadas, pero de tierra más compacta y menos voladiza, lo que impediría que pudiera ser arrastrada por los fuertes vientos.
Esta última opción fue la elegida, tras comprobarse que el terreno sobre el que se construiría el camino de acceso al primero, eran muy malas, lo que encarecía excesivamente sus obras. Por ello, los médicos regresaron e inspeccionaron el nuevo terreno, llamado “Cercado de la Torre” en diciembre de 1928, y que ya fue señalado por ellos en su primera visita de inspección. Este lugar contaba con las condiciones necesarias para el nuevo recinto en una extensión de 4.472 m2 ., aunque estaba más cerca de la población de lo que se aconsejaba reglamentariamente.
A pesar de ello, este inconveniente se disculpa, ya que era suficiente para no ser un peligro para la salud de la población, pero sobre todo, porque no existía otro terreno cuya construcción no supusiera la construcción de un camino muy costoso, por lo accidentado y difícil de las vías rústicas que partían de la población. Esto se solucionaba en el “Cercado de la Torre”, por su amplitud y buena conservación.
Otras ventajas con la que contaba esta propiedad era la existencia de otros terrenos colindantes de propiedad municipal. Si en un futuro fuese necesaria una ampliación, se podría hacer sin excesivo gasto. También, se vio como la expansión del pueblo no iba en la dirección del nuevo camposanto.
La parcela, también denominada de “Las Ánimas”, se encontraba a unos 1.000 metros de la población, y se adquirió por el Ayuntamiento de Conil por mil pesetas. El encargo del proyecto se le dio a la empresa Max-Jacobson de Madrid, quien entregó un presupuesto de casi 73.000 ptas. Esta empresa también realizó el matadero y el mercado de la ciudad.
En febrero de 1929 los inspectores municipales de sanidad de la villa redactaron un informe para la Junta Local de Sanidad donde dan por bueno el proyecto por los siguientes motivos:
- El proyecto tenía capacidad suficiente para dicha población por veinte años, sin tener que remover fosas.
- Las dependencias de la capilla, casa del conserje y sala de depósito para cadáveres reúnen las condiciones necesarias de ubicación, luz y ventilación, pero ponen en conocimiento de la Junta la falta de dos mesas en el depósito de cadáveres
La Junta aprobó la iniciativa, pero con la inclusión realizada por el farmacéutico Pérez Moreno, de reservar un espacio de unos 10 m2 . en uno de sus ángulos para el enterramiento de los que morían fuera de la fe católica, que estaría cercado convenientemente.
Realmente, este era el único lugar posible donde se podía ubicar el nuevo cementerio. A pesar de ello, se tuvo que rectificar y modificar distintas partes del proyecto por detectarse deficiencias por parte del Gobernador Civil. Todas las faltas fueron corregidas, consiguiendo el visto bueno del Gobernador y del Real Consejo de Sanidad.
Tras estos tediosos trámites administrativos, en abril de 1929, el Ayuntamiento solicitó que las obras se realizaran por el procedimiento de urgencia por la empresa Max-Jacobson, quien ya había preparado su diseño y el presupuesto.
Las prisas estaban justificadas tras el informe que presentó el Inspector Municipal de Sanidad en mayo de 1929. En él se certificaba la poca capacidad del antiguo cementerio, en el que se removía la tierra donde había sepulturas, antes de que trascurriera el tiempo que la ley marcaba para ello. Si además sobrevenía una epidemia, la necesidad de un nuevo recinto sería “agudísima”.
A esto se suma su emplazamiento dentro del casco de la población, lo que estaba prohibido por las leyes sanitarias, junto a su mala orientación. Todos estos factores empujaban a que el nuevo recinto se realizara con prontitud.
El arquitecto que trabajó para la empresa madrileña fue Rafael Hidalgo y Alcalá, quien certificó en marzo de 1929 que el lugar elegido contaba con las condiciones idóneas, tanto por su ubicación como por la calidad del terreno. Los planos que dicho arquitecto realizó presenta el detalle de su planta, y de su capilla, que la situó frente a la entrada. A cada lado de la entrada principal se encontraba la sala de depósito, y a la derecha una habitación para el guarda. Se puede ver como se dejó un espacio en la parte trasera que se destinó a fosa común, y un pequeño espacio a su izquierda para cementerio civil. En espacio se repartía entre los nichos que se encontraban en la zona perimetral, y las sepulturas en las zonas que quedaban libres en su centro1032.
Aunque las obras empezaron, éstas no pasaron de los cimientos, sin quedar constancia del motivo de su paralización. Al poco tiempo, en 1930, la iglesia de Santa Catalina tuvo que cerrarse al culto debido a la ruina de su edificio, trasladándose el culto a la iglesia del antiguo convento de Mínimos hasta nuestros días.
Fotografía aérea de Conil, 1972. Localización de los dos cementerios. Fuente: Archivo Histórico Provincial de Cádiz, facebook 10 abril 2021.
Convento de Santa Catalina, hacia 1919. Antiguamente llamado de la Victoria. La construcción fundamental y primitiva es del siglo XVI y de ella es la nave de la iglesia, la sacristía y las escalera. La portada y campanario son del primer tercio del siglo XVII. El resto del Convento fue levantado en 1760. Colección particular Juan Aragón. “Conil en la Memoria”, p. 41, 2004.
IX.4.3. Segunda mitad siglo XX
En diciembre de 1952, el cementerio parroquial fue denunciado ante el Consejo Local de Sanidad, poniendo de manifiesto su lamentable estado y su ubicación dentro de la población. Además presentaba diversos problemas, como la falta de espacio, su suelo quedaba por encima de los nichos, o lo mal que funcionaba su desagüe, que en los días de grandes lluvias quedaban tapados por el agua con el consiguiente peligro para la estabilidad de la construcción. Por último, estaba la proximidad del matadero, que quedaba en un plano más bajo, por lo que podía haber filtraciones hacia los manantiales del pozo donde se lavaban las reses sacrificadas.
La denuncia avergüenza al Ayuntamiento, que conocía desde hacía tiempo todos estos problemas, aunque se excusa alegando que la falta de recursos impidió hasta entonces la construcción de un nuevo, ya que era imposible su ampliación.
Mientras tanto, en enero de 1953, el párroco de Santa Catalina, al conocer la denuncia contra el cementerio parroquial, informó que tenían previsto arreglar todos estos problemas mientras la Iglesia estudiaba la posibilidad de construir uno nuevo fuera de la población. Sin duda, no necesitaba el informe de ningún técnico saber que la clausura del cementerio junto a la parroquia era inminente.
Desde 1923 se estaba intentando trasladar la necrópolis a las afueras, incluso se compraron los terrenos, realizando incluso su cimentación, aunque en ese momento, el equipo municipal ignoraba porqué se interrumpieron las obras. Aunque el Ayuntamiento sabía que se trataba de una competencia municipal, no quería avanzar sin el acuerdo de la Iglesia. Por ello le propuso mantener sus derechos sobre el recinto, es decir, que el recinto seguiría perteneciendo a la parroquia, y la ciudad colaboraría en el proyecto.
Para dejar el asunto claro y salvaguardar al municipio de futuras denuncias que pusiesen en evidencia una dejación de una competencia municipal, el Ayuntamiento, en mayo de 1953, puntualizó al obispado de Cádiz, lo siguiente:
- Necesidad de acometer la construcción de un nuevo cementerio parroquial sobre el que la iglesia pueda mantener los mismos derechos.
- Clausurar el que entonces estaba en servicio.
- Salvar una situación transitoria que imposibilita el poder acometer la obra en su totalidad.
- El Ayuntamiento ofrece su colaboración y permuta de terrenos, cediendo a la iglesia el solar cimentado que un día pensó destinar a cementerio y que reúne todas las condiciones sanitarias, situado en Las Ánimas, al pie de la carretera, a cambio del solar propiedad de la Iglesia en la plaza de Santa Catalina en el cual se pretenden efectuar determinadas obras de urbanización.
- El Ayuntamiento está dispuesto a brindar a la Iglesia toda clase de ayudas que su patrimonio permita.
El obispado aceptó el acuerdo, y agradeció las facilidades y “su generosa y cristiana decisión”. Finalmente, el Ayuntamiento cedió el suelo de “Las Ánimas” a la Iglesia, consiguiendo con ello el solar de la Plaza, para dedicarlo a jardín “a no ser que una grave necesidad obligase otra cosa”.
Los terrenos que entregó el municipio lindaban al Norte, con el camino vecinal de Chiclana a Conil, al Sur con los terrenos de José Lojo, al Este con los de Dolores Lojo y al Oeste con los herederos de Joaquina Moreno. Se trataban de una superficie de casi 4.500m2, más que suficiente para una población que registraba por entonces una media anual de 88 defunciones. Debido a que trataba de unos terrenos totalmente improductivos, el perito lo valoró en poco más de 2.000 ptas.
En diciembre de 1954, el entonces alcalde, José María Flores, solicitó la autorización del Ministro de la Gobernación para concluir la operación “teniendo en cuenta la necesidad imperiosa de dicha obra que no es sólo beneficiosa para los habitantes de este término municipal sino indispensable en bien de la salud pública”. La autorización ministerial llegó, acordándose en el pleno del 30 de abril de 1955 facultar al Alcalde para firmar los documentos de la cesión, donde debía incluirse una cláusula en la escritura de la propiedad, por la cual, el terreno revertiría al patrimonio municipal si no se destinaba a tal fin, algo que se comunicó al obispado de Cádiz al mes siguiente1033.
José María Flores, alcalde de Conil, hacia 1954. Este hombre que era muy aficionado a los galgos, figura en la fotografía junto a tres de ellos en el puente del río Salado. Colección particular Sebastián Ramírez. “Conil en la Memoria II”, p. 33, 2007.
Jardines Santa Catalina, 1978 [objeto de la permuta comentada entre Ayuntamiento e Iglesia]. Bajada del facebook de Scard Bermos, 6 junio 2020.
Plano donde se ubicaba el antiguo cementerio. Foto: Antonio Santos García.
IX.4.4. El cementerio parroquial en la actualidad.
En esta ocasión sí se consiguió terminar el proyecto, tal como atestigua un rótulo a la entrada del recinto. Sin embargo es más sencillo que el proyecto que realizó Rafael Hidalgo, ya que ni tiene la capilla, ni las habitaciones que flanqueaban la entrada.
Casualmente, antes de su construcción, ya se encontraba en dicho lugar la Cruz de Las Ánimas, una cruz de humilladero que se encontraba en el camino que conducía de Conil al Pradillo.
La entrada principal, centrada en su lateral Este, se adelanta y tiene una mayor altura que la cerca perimetral. Se accede al recinto por una sencilla puerta, con arco de medio punto, cerrada por una verja. Tras ella, nos encontramos con la parte trasera de un bloque de nichos antiguos, que nos obliga a tomar una de las dos puertas laterales para acceder a su interior.
Todavía se mantienen en pie algunas pocas manzanas de nichos de esta primera época, donde se ha conservado alguna lápida procedente del antiguo cementerio. Entre las manzanas de nichos, sólo existe una única sepultura, a pesar de que existe un amplio espacio central libre frente a la entrada.
Cruz de las Ánimas. “Boceto para una historia”, p. 64, Juan José Poblador Santos, 1983.
Cruz de la Ánimas. Captura Google Maps, 27 junio 2020.
Notas a pie de página:
1024 SANTOS GARCÍA, A.: Patrimonio Cultural de Conil de la Frontera, GDR Litoral de la Janda, 2007, p. 20-21
1025 En www.pasionygloriadeconil.es consultado el 05-08-2015
1026 SANTOS GARCÍA, A.: Patrimonio Cultural … p. 38
1027 SANTOS GARCÍA, A.: “Conil en vísperas de la batalla de Trafalgar (I)” consultado el 5-08-2015 en www.lalaja.org
1028 A.H.D.C. Leg. 938, Utrera, cementerios, 1806.
1029 MADOZ, P.: op. cit. p. 202
1030 SANTOS, A. y VELAZQUEZ-GAZTELU, F.: Conil, Diputación de Cádiz, 1988, p. 174
1031 A.D.C. Caja 859
1032 Archivo Municipal de Conil (A.M.C.) Caja 2251
1033 A.M.C. Sig. 2601
Fuente: “Estudio sobre los cementerios de la provincia de Cádiz”. Tesis doctoral de Luisa Victoria Pérez García, pp. 521 a 530, Universidad de Málaga 2015.
En la restauración de La Chanca se ha querido mantener el recuerdo de lo que fue el antiguo cementerio, con la reproducción en los muros de las siluetas de los nichos. Foto: Ayuntamiento de Conil.
Estado del cementerio viejo antes de la rehabilitación del sector, incluido La Chanca. Imagen: “La Voz de Cádiz”, 1 abril 2009.
Otra panorámica de La Chanca antes del inicio de la actuación. Fuente: “Andalucía Información”, 5 abril 2009.