CORALES EN CAMPO VERDE
Un hombre se queda viudo y tenía una vecina viuda. Y ahora el viudo tenía una niña y la viuda tenía dos. Y la viuda le decía a la niña del otro:
-¡Anda, dile a tu padre que se case conmigo, que a mis niñas les voy a dar sopitas de hiel y a ti de miel!
-Mira, papá, cásate con la de más para arriba, que esa mujer me quiere mucho.
-No, hija, que lo que tú me estás diciendo todo va a ser a la contra.
Total, que lo terminó entusiasmando y lo atrincó la viuda.
Pues ahora dice que ya al poco de tiempo todo estaba muy bien, pero ya al mucho tiempo dice que el padre está viendo unas variaciones. Y el padre era viajante y cada vez que se iba le decía a una:
-¿Y tú que quieres?
-Yo unos zapatos.
-Yo un vestido.
Y ahora la pobrecita no quería nada y nole quería decir al padre lo que le pasaba, porque como era ella la que lo obligó.
Total, dice que había una viejecita más abajo y ella se iba allí mucho a echar ratos. Y le decía:
-Mariquita, ¿qué es lo que te pasa?
Y dice:
-Nada, que me miran muy malamente. Me llevan la comida arriba y ya no quieren que baje nada más que cuando viene mi padre. Pero yo no le quiero decir nada a mi padre.
Total, que dice:
-Pues mira, cuando a ti te pregunte tu padre que qué quieres que te traiga, tú le vas a decir que te traiga corales en campo verde.
Dice:
-¡Ay! ¿Y eso qué es? Me va a preguntar mi padre que eso qué es.
Dice:
-Pues tú le dices que eso lo venden en las platerías. Mientras más vieja sea la platería allí lo va a encontrar.
Pues bueno, va el padre y le pregunta a las dos y le dicen que si un vestido, que si otra cosa. Y cuando le pregunta a Mariquita le dice que no quiere nada, pero al final le dice:
-Pues a mí me va a traer usted corales en campo verde.
Dice:
-Hija, ¿y eso qué es?
-Eso es como un ramito de pasas, y lo venden en las platerías más viejas que haya.
Pues el padre dice que se tiró todo un pueblo andando, y que no daba con ello. Y se vino.
Total, que salió a otro viaje, le preguntó y otra vez lo mismo y se fue el padre y, por fin, dice que un platero de estos viejecitos le dice:
-Pues yo se lo voy a vender a usted el último que me queda.
Dice que se lo metió en una cajita y entonces él venía ya muy contento. Y entonces le repartió a las otras sus regalos y a la niña le dio su ramito. Dice:
-Mariquita, ¿y para qué quieres eso?
Dice:
-Por un capricho que tengo.
Pues ahora, al otro día, cuando se fue el padre de viaje, va a casa de la viejecita. Dice:
-Ya me ha traído mi padre los corales en campo verde.
Los estuvo viendo, y dice:
-Sí, pues estos son. Mira, tú te vas a poner en un llano muy grande, muy grande, dando las doce de la noche. Vas a encender una candelita y vas a echar una pasita, y a ver qué pasa.
Y pasó que le salió un palacio todos cristales preciosos, y ella, la pobre, se quedó allí, metida en su palacio.
Palacio de Cristal de Madrid. Foto de Anibal Trejo/Shutterstock.
Dice:
-Y todas las noches, a las 12, tu pasita y tu candelita.
Pues ahora dice que desde la ventana de la madrastra las otras:
-¡Ay, lo que ha aparecido allí! ¿De quién será aquello? ¿De quién no será?
Pues ya, a las 12, de la noche, echa su pasita y dice:
-¡Corales en campo verde!
Y le sale un tío, un machote, y le dice:
-Mira, tú. Vamos a vivir juntos, pero tú no consientas de que aquí entre nadie, y cristal que te rompan cristal que me da en el alma y me hiere. Yo todas las noches a las 12 estoy aquí contigo.
Pues ella se iba loquita a la viejecita a contárselo, pero ahora agarran y se enteran las tunantillas de las hermanas y dicen:
-Pues nosotras tenemos que ir a visitarla. ¡Digo que si vamos!
Y se encajaron allí. Y ahora dice que llamaron, entraron y empezaron a preguntarle cosas, pero ella no les contestaba casi. Y al salir dice que una le rompe el portón, ella la pobre con un brinco.
Total, que se vinieron a su casa y ella se quedó con su disgusto. Y ahora llegan las doce de la noche, enciende su candelita:
-¡Corales en campo verde!
Y allí no aparecía nadie, y al otro día lo mismo, y dice una voz:
-¡Ay, que estoy muy malherido! ¿No te lo dije, que aquí no entrara nadie? Tengo todos los cristales clavados en el alma y estoy muy grave. Y ahora, para dar conmigo, tienes que romper tres pares de zapatos de hierro y te tienes que vestir de fraile con tu cantimplora.
Pues bueno, pues ya se acabó aquello y se quitó el palacio.
Y eso hizo. Y venga a andar y venga a andar y rompió unos … Y total, que ya nada más le quedaban un par de zapatos cuando llegó a tres puntos y se metió debajo del de enmedio. Y llegan 3 palomitas y se ponen:
-¡Comadre, comadre! ¿Tú sabes una cosa?
-¿El qué?
-Que corales en campo verde está muy malherido.
Y dice:
-¿Y tú no sabes con qué se curaría?
Y ella nada más escuchando.
-Con que viniera un buen ángel y nos cortara a las tres el pescuezo y con una plumita le diera en todas las heriditas, pues yo creo que se pondría que esa era la medicina mejor.
Dice la otra palomita que no había hablado:
-Pues vamos, vamos callando.
Con que estamos en el campo.
No sabremos quién nos estará escuchando.
Y ella hizo lo que decían las palomas y se echó mano a andar.
Y llegó muy lejos muy lejos, al hospital que él le dijo, y le preguntó a una enferemera para verlo. Le dice:
-Dígale usted que le traigo la vida.
Pasó y él no la conoció, y le quitó todas las cosas, todos los vendajes, y empezó a darle por todo el cuerpo. Y al otro día va otra vez y le dio y se puso muy bien.
Entonces le dijo que le dijera lo que le iba a llevar, y le dijo ella que no, que si él tenía intención de matar a alguien que se acordara de ella y del daño que le habían hecho sus hermanas. Y ya se acordó de ella y dijo:
-Tú eres mi mujer y otra más no.
Se fueron al pueblo y mataron a las hermanas y a la madrastra.
Y vivieron felices y comieron perdices. Y a mí no me dieron ná.
ANTECEDENTES:
* Melchor Pérez le recogió este cuento a Sebastiana León, de Ubrique, el verano de 1988.
* Pertenece al tipo 432 del índice Aarne-Thompson.
* Hay dos versiones publicadas de Larrea, de Cádiz. También tres catalanas, una mallorquina, una de Badajoz y una en Sánchez Pérez. Algunas en Hispanoamérica y Portugal.
J.A. del Río
Fuente: Suplemento de Cultura de “DIARIO DE CÁDIZ”, del 20 de octubre de 1991; JUAN ANTONIO DEL RÍO CABRERA, colaboración MELCHOR PÉREZ, dibujos de ZOCAR.
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