¡ADIÓS, CUERPECITO E VERDÁ!
“En vista de la gravedad de la enfermedad que padecía Castro, el decano de los gitanos residentes en la localidad, hubo precisión de avisar al cura de guardia en la parroquia y que lo confesara, para que comulgara, que era como si dijéramos sacarle billete para el tren de la eternidad.
Y hemos dicho eso de decano, no sólo en el sentido de ser el de más de edad de todos sus compañeros, sino en el de constituir para todos ellos el Libro de Consultas y Consejos y la Autoridad Suprema de todos los negocios de la gitanería andante.
Avisado el sacerdote, preparó a nuestro enfermo para bien morir, con cuantas ceremonias emplea la liturgia para estos casos.
A los dos días de constante preparación, falleció, por fin, el pobre enfermo, confortado su ánimo por todos los auxilios de la cristiana religión.
[Al sólo efecto de ambientación] Representación de un velatorio de la obra de Federico García Lorca, “La casa de Bernarda Alba”, 13 marzo 2015, Teatro Estable de Aldeacentenera. Fuente: “flickr punto com”.
A la hora del sepelio, entre toda la algarabía de aspavientos, llantos, lamentaciones y algún que otro soponcio, sufridos por los deudos más cercanos, no sólo porque los gitanos son muy sensibles y aparatosos, sino sencillamente porque Castro fue muy querido entre los suyos, entre todo el ruido de expresión del pesar de los gitanos, repetimos, sobresalía la despedida de la Antoñica, la viuda, que repetía sin cesar:
-¡Adiós, bueno mío! ¡Adiós, toas mis entrañas! ¡¡Adiós, cuerpecito e verdá!! …
Uno de los vecinos de la gitana, que la conocía mucho y que tenía con ella suficiente confianza, tuvo el humor de preguntarle, después del duelo:
-Oye, Antoñica, ¿por qué al despedir, por última vez, al pobre Castro, que en paz descanse, repetías una y otra vez la frase «¡Adiós, cuerpecito de verdá!»?
-¡Ay, vecino, que cosas tié usté!
-Vamos, anda, di por qué.
-Pues … por qué lo iba a decí: porque el pobrecito mío, en toa su larga vía, dijo una; toas se las llevó en el cuerpo. Por eso era, mi alma, cuerpecito e verdá.”
*** Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 51-52. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940.
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