ENSUEÑO.
“Caía la tarde, plácida tarde del mes de Agosto.
La luz del sol poniente irrisaba las aguas del mar, que estaba tranquilo, semejando un inmenso lago.
Los rayos solares, en creciente debilidad intensiva, apenas entibiaban la atmósfera, refrescada, cada vez más pronunciadamente, por suave brisa marina.
Numerosas familias de esas que buscan en el veraneo de los pueblos costeros descanso y placer, ocupaban, en fraternales grupos, una buena parte de la incomparable playa.
La concurrencia de veraneantes a la alegre y simpática villa, cuadro de nuestro relato, había sido extraordinaria.
[Al solo efecto de ambientación] Cala del Aceite y puerto pesquero, 1 mayo 2017. Autor: Antonio Leal.
Un joven, alma ingenua y sencilla, eterno enamorado del canto popular y de la guitarra, hacía las delicias de uno de dichos grupos familiares, refiriendo pintorescos pasajes de su iluso vivir.
-Hoy he tenido un ensueño feliz -decía ingenuamente, con enfática entonación y ciertos pujos [1] oratorios.
-Refiéralo, pollo, refiéralo -expresaron a una, varias voces, deseosas de escuchar, una vez más, al iluso mancebo.
-Os complaceré con mucho gusto -continuó nuestro joven, satisfecho en su interior, por tener ante sí tan valioso auditorio:
-Serían las doce y cuarto o doce y media de la mañana. Acababa de almorzar, después de mis consabidos paseo y baño matinales.
Sentía gran calor, tal vez más calor que ningún otro día del presente verano.
Para contrarrestarlo un poco, me aligeré de ropa -continuó- y oscurecí convenientemente la habitación.
Estaba solo en la casa: la quietud y el sosiego eran casi completos a mi alrededor.
Aprovechando estas favorables circunstancias, me dispuse a repasar algunas asignaturas del venidero curso académico, eterno propósito, casi siempre incumplido, de todo buen estudiante.
No lo pude conseguir. Apenas comenzado el estudio, me invadió una gran pesadez somnolienta, una especie de ignaria [¿?], que impedía me enterara de lo que leía.
No quiero ni me gusta dormir de día. La siesta trastorna siempre mi digestión y excita mis nervios, de por sí bastante sensibles … Hice un esfuerzo, que ahuyentó momentáneamente mi somnolencia, y para no dormir, busqué distracción más amena en la variada e interesante lectura de un periódico de la fecha.
Vano intento, también, pues apenas comenzada la lectura de la reseña teatral, punto débil de mis arraigadas y predilectas aficiones, fui dominio de nuevo de la pesadez y torpeza de sentidos y concluí por quedarme profundamente dormido.
Mediante el sueño, me sentí transportado al interior de un bonito teatro pueblerino, recién inaugurado, por cierto.
En dicho edificio, destinado a espectáculos públicos, no obstante estar ocupado en su espaciosa totalidad, se respiraba confortable airecillo (se hallaba instalado al aire libre) impregnado de olorosos perfumes, desprendidos de la arboleda y floridas plantaciones que casi lo circundaban.
[Al solo efecto de ambientación] Detalle de la primera lámina del Nuevo Método para Guitarra, París 1846, Dionisio Aguado. Fuente: “sociedadespañoladelaguitarra punto com”.
En su interior se sentía las agradables sensaciones de la comodidad y del bienestar.
Tras corta espera, apareció en escena uno de nuestros primeros guitarristas nacionales, por no decir el mejor de todos ellos. Saludó, con ligera inclinación de cabeza y se dispuso a pulsar la guitarra, ese difícil y preciado instrumento de todas mis predilecciones, a cuyas vibrantes cuerdas arrancó, magistralmente, los más armoniosos sonidos, las más dulces cadencias, verdaderas melodías celestiales, que oirse puedan, logrando deleitar el alma de la multitud, arrobándola [2] y encaminándola hasta el propio éxtasis.
Algo después, una muy preciosa, simpática, y atrayente jovencita, que cantaba como gorjean las propias avecillas canoras, dejó oir las dulces entonaciones de su clara y melosa voz, y, con verdadero sentimiento, y con envidiable maestría, cautivó al auditorio con lo mejor y más florido de sus tiernos, arrobantes [2] y sentimentales cantares …
Yo me relamía de placer y de gusto, extasiado ante aquel espectáculo, que tanto y también encajaba en mis aficiones, cuando una estruendosa salva de aplausos, tributada al final de uno de los números de canto, a tan extraordinarios y notables artistas, me arrancó del dominio del delicioso ensueño, tornándome, muy a mi pesar, a la ingrata realidad …
Y es, señores, que me impresionan tan honda y agradablemente esta clase de artistas, cada vez que contemplo y presencio su obra, que, por donde quiera que voy, van presentes en mi imaginación, y los llevo siempre tan conmigo, que en el sueño, en la vigilia y a todas horas los estoy escuchando.
[Al solo efecto de ambientación] Pinar de Roche, 28 agosto 2020. Autor: Antonio Leal.
¿No oyen ustedes -continuó, aun, nuestro singular iluso- las dulces notas del arpa eólica, que en el misterio de la tarde tranquila parece que suenan mejor? … ¿Y el gorjeo melancólico del ruiseñor, que nos viene de la florida y verdosa urdimbre de los huertecillos cercanos, no los oís? …
Pues yo me figuro que no es el rumor del viento, ni el canto de la dulce filomela, sino el rasgueo de una guitarra y la voz de un querubín, que han venido a darnos un brillante concierto, a la misma playa.
Cayó nuestro joven, aceptando, ufano, las enhorabuenas tributadas a su relato …
Después, un poco más tarde, unos oyentes rieron, pensando, quizá, en las excelencias de la juventud.
Otros callaron, reflexionando posiblemente, la concesión de una conmiseración para el joven imaginativo.”
NOTAS: [1] Pujo.- 1. Gana continua o frecuente de defecar o de orinar, con gran dificultad de lograrlo y acompañada de dolores. 2. Gana violenta de prorrumpir en un afecto exterior, como la risa o el llanto. Fuente: RAE. // [2] Arrobar.- Embelesar. Fuente: RAE. //
*** Fuente: “FLORECILLAS DE ESCALIO”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 95-99. Primera edición, Jaén, febrero 1.936.
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