domingo, 20 de agosto de 2023

“EL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LAS VIRTUDES”, 3 de 5. ANTONIO SANTOS GARCÍA, Historiador.

 “No es fácil conocer el patrimonio y rentas del clero regular, porque el capítulo de limosnas, sobre todo en especie, a favor de los frailes mendicantes no se posible contabilizarlo. En todo caso, los mínimos de Conil no andaban faltos de recursos, pues poseían algunas fincas rústicas en su término y los colindantes, además de censos sobre fincas rústicas y urbanas. Según un inventario de 1836 (*), con motivo de la desamortización, el Convento de Conil poseía seis pedazos de tierra en el término: la Huerta del Jardal, con olivar, arrendada a don Melchor Malla en 1.000 reales anuales, tres pedazos de tierra (Barrero, Paneta y Bujeos Preciados) que sumaban 43 aranzadas y estaban arrendados a Don Miguel Palomino en 300 reales, el Cerro del Duque, con 75 olivos arrendados a Don Francisco Borrego y otro trozo llamado Viña, junto al río, de tres aranzadas, arrendado a Don Gaspar Muñoz, ambos de 60 reales al año, así como la Huerta de los Frailes, en Conil, también de tres aranzadas, arrendada a Don Manuel Cantillo en 300 reales. En total, la renta de sus tierras en Conil sumaba 1.780 reales anuales.

Anagrama de la Orden de Mínimos (bóveda de la sacristía). Fuente: Boletín “La Laja”. // [Ilustración no contenida en el original] Detalle de la bóveda de la sacristía, señalado en el centro el “CHARITAS” de los franciscanos. Fotografía de Rafael Coca López, 22 junio 2023. 

No sabemos si el convento seguía poseyendo las 93 colmenas que tenía a mediados de siglo. Sus tierras en Chiclana y Vejer les rentaban 1.480 reales. Sus escasas fincas urbanas, en realidad <cuartitos>, estaban embargadas. Sin embargo, los frailes poseían como complemento un elevado número de censos (cargas piadosas que hacían los fieles en su testamento), casi 200, sobre fincas urbanas y sobre tierras, que les rentaban casi 4.500 reales. En total, arriendos y censos sumaban unos 8.000 reales. 

El número de frailes descendió a lo largo del XVIII por el clima algo más secularizado y, sobre todo, por la acción gubernamental, urgiendo la aplicación de un decreto del Concilio de Trento, que prohibía que residiesen en un convento más religiosos de los que éste pudiera mantener con sus propios ingresos. A comienzos del siglo XIX, Simón de Rojas se hace eco de esa disminución, como vimos más arriba, y nos pinta un vivo cuadro de la religiosidad popular. Visitó Conil en la Cuaresma de 1804, y comenta las inverosímiles historias de los predicadores que hacían dar <muchos alaridos> a las mujeres. <El Predicador de este año es famosísimo en toda la comarca, tiene muchísima gracia: le oí decir en un sermón que muchas veces obligamos a Dios a hacer milagros que pudieran excusarse, y era que Dios se ve precisado a librar milagrosamente al hombre de una aflicción con que le regaló también milagrosamente … porque el paciente no ha sabido agradecerla y corregirse con ella>. Concluida la Cuaresma y las prédicas convidaba el Convento a un refresco y pasaba después una bandeja para la limosna. Al día siguiente, Predicador y comitiva pedían por todo el pueblo dinero y huevos, que posteriormente se vendían en beneficio del padre predicador y el provincial de la orden.

[Ambientación. Ilustración no contenida en el original] Grabado antiguo de un monje franciscano (ID CP7AR5). Fuente: “alamy punto es”, lifestyle pictures. 

La invasión francesa de Conil en 1810 supuso la expulsión de los frailes, la incautación del convento y la desaparición de algunos bienes. Tras su marcha, fueron repuestos en el edificio, que presentaba graves desperfectos. Por las actas capitulares de inicios de 1817 sabemos que los religiosos seguían manteniendo una escuela gratuita, que estuvo en el origen de algún escándalo. La desamortización de Mendizábal en 1836 supuso una nueva incautación del edificio, y su extinción definitiva.

A partir de entonces, el edificio del ex-convento se dedicó a otros usos. La iglesia quedó como ayuda a la parroquia de Santa Catalina y las restantes edificaciones conventuales fueron destinadas a otros usos. El 1839 se instala provisionalmente en él una parte de las oficinas municipales, y en 1843 ocupa el Ayuntamiento el edificio de modo definitivo. En 1865 se elaboró un proyecto para la instalación definitiva del pósito, las escuelas y el juzgado municipal, en la parte no ocupada por el Ayuntamiento (ala derecha del edificio), que se encontraba abandonada y convertida en corral y que sólo se llevó a cabo parcialmente. Desde mediados del siglo XIX se han realizado numerosas obras en el edificio – siempre desafortunadas, parciales y sin visión de conjunto – para adaptarlo a sus nuevas funciones, desapareciendo el refectorio, la cocina, los dormitorios y demás estancias conventuales, y cegándose progresivamente los arcos del claustro. Las obras realizadas en los últimos 30 años [este artículo es de agosto 2.004] son las que han dado al edificio su configuración actual, motivando incluso el traslado temporal del Ayuntamiento, lo que produjo un gran desbarajuste, con pérdida de documentación de su Archivo. 

(*) Según el Inventario que comentamos, el Convento poseía en 1836 algunos objetos de plata, libros de cuenta, sin archivo (destruido en época de la invasión francesa), docena y media de cuadros, que se relacionan (en sacristía, iglesia y claustros), así como el altar mayor (presidido por la imagen de la Virgen de las Virtudes) y otros ocho altares de madera en sus capillas (con sus imágenes respectivas, talladas o pintadas), así como vasos, ropa y mobiliario de la sacristía, y mobiliario del coro. 

Fuente: Boletín “LA LAJA” (Amigos del Patrimonio Natural y Cultural de Conil), núm. 4, pp. 31-39, agosto 2004.

[CONTINUARÁ]

Más sobre ANTONIO SANTOS GARCÍA en: https://conilhistoria.com/ 

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