LA MADRE TRAIDORA
Era una matrimonio y se murió el padre y se quedó el hijo con la madre nada más. Y esta se echó un querido y el hijo no lo sabía. Y para quitarlo de enmedio el embucho, el querido, le dijo a la viuda que le dijera al hijo que tenía un dolor, y lo mandara por el remedio al castillo de Irás y No Volverás y ya no volvía.
Dibujo original cuando este cuento se publicó en Diario de Cádiz.
Y cuando le contó lo del dolor, el hijo le dice a la madre:
- Mamá, voy a ir al castillo de Irás y No Volverás.
Y dice:
- ¿Y eso cómo va a ser?
Dice:
- ¡Digo! ¿Cómo voy a ir? Pues diendo. Yo iré preguntando a ver dónde está el castillo.
Y la madre viuda se quedó en la casa y se fue él al castillo. Y en el camino había un cortijo, que era de un viejo que había, que era sabio y estaba ciego. Y tenía dos hijas.
Le dice a una:
- Chiquilla, asómate a ver quién viene por ahí.
Dice:
- Ahí viene un hombre a caballo.
Dice:
- Pues cuando venga aquí le dices que se baje y vaya a verme a mí.
En que se bajó el muchacho y le dice:
- ¿A dónde vas, hombre? ¿Quién mal te quiere que por aquí te envía?
Y dice:
- Mi suerte mala o buena. Voy al Castillo de Irás y No Volverás.
Castillo de Coca (Segovia). Fuente: “segoviaunbuenplan punto com”.
Dice:
- Hombre, ¿y así vas tú a dir? Allí nada más que se abre a las doce el portal, y enseguida se cierran las puertas y te quedas allí. Tú entra al punto de las doce, coge las tres naranjas de la salud (que era lo que le había pedido la madre) y corre a la puerta.
Y eso hizo, y ahora al salir se cerró el castillo. Y cuando cogió para su casa con las tres naranjas, el viejo tenía las hijas avisadas. Lo llamaron, le hicieron sentarse y mientras le cambiaron las hijas las tres naranjas por otras y las buenas las dejaron junto a la ventana.
En que cuando volvió dice:
- ¡Ea, mamá, ya están aquí las tres naranjas!
Y agarró, se las tomó y ya se le quitó todo el dolor. ¡Si ella no tenía dolor! El dolor era el embucho aquel que quería matar al hijo. Como se quedó con la viuda.
Fuente: Wikipedia, la enciclopedia libre.
Y agarró y al otro día otra vez igual.
Y el hijo:
- ¿Y eso con qué te se quita, mamá?
Dice:
- Hijo, tienes que ir por el agua de la salud, que está también en el Castillo de Irás y No Volverás.
Y cogió su caballo y se fue. Y el que estaba en el cortijo, el viejo ese sabio, dice:
- Hija, asómate a ver quién viene.
Y se asomó e iba el muchacho otra vez para allá. Y le dice la hija al padre:
- El muchacho que se fue de aquí ayer.
Y otra vez le mandó entrar, y le dice:
- ¿Quién tan mal te quiere que por aquí te envía?
- Mi suerte mala o buena. Voy por el agua de la salud para mi madre, que tiene un dolor que no se le quita.
Fuente: “aiguapres punto es”.
Y el viejo sabía que le engañaba la madre, que era culpa otra vez del tío aquel, pero le dice:
- Pues tienes que ir al mismo castillo y de una fuente que está enmedio allí coges una poquilla, pero cinco minutos nada más, y si no te quedas allí metido.
Y hizo lo que le dijo el viejo, y en cuanto salió se cerró el portal. Y cuando volvió otra vez le cambiaron el agua las hijas del viejo, y la madre ni lo notaba. ¡Claro, como ella no tenía dolor ni tenía nada!
A los dos días otra vez con el dolor y esta vez lo mandó al castillo por leche de una leona. Y el viejo hizo entrar otra vez al hijo.
Fuente: “infobae punto com”.
- Hombre, ¿quién mal te quiere que por aquí te envía?
- Mi suerte mala o buena. Voy por leche de una leona para mi madre.
Y le dijo dónde estaba la leche y cómo ordeñar a la leona para que no se despertara y no lo pillara dentro del castillo.
Cuando venía dice que le dijo el viejo a la hija:
- ¿Viene o qué?
Y entró otra vez y le cambiaron la leche de leona por leche de vaca, y la dejaron allí al lado de la ventana. Y el viejo le dijo:
- Ahora tu madre tiene que matarte, porque pasa esto y esto. Y cuando te vayan a matar tú les pides que te hagan cuatro pedazos y te amarren al caballo y te echen por ahí, que así tu madre no sufrirá teniéndote cerca y el embucho (que era un gigante) vivirá tranquilo con tu madre.
Pues nada, cuando llegó y se tomó la leche enseguida se le quitó, pero el gigante le decía a la madre cuando lo vio de llegar:
- ¿Quién viene ahí?
- Mi hijo.
- Tu hijo no puede ser, comadre.
Pero sí era y, antes de esconderse otra vez, le dijo:
- Pues ya lo que hay es que matarlo.
Y al otro día, cuando el muchacho se vio ya negro, dice:
- Pues mamá, lo que quiero es que me hagas cuatro pedazos, me encinches en mi caballo y me eches por ahí por el campo.
- Bueno.
Y lo mataron con un calabozo. Y, claro, como el caballo había dío tres veces al Castillo de Irás y No Volverás, pues cogió la vereda y se fue derecho allí.
Y le dice la hija del viejo, cuando este le preguntó que quién viene:
- Digo, el caballo del muchacho. Pero él no viene.
- Sí, hija. El viene hecho cuatro pedazos. Y ahora me vais traer la leche, el agua y las naranjas.
Y cuando llegó lo quitaron del caballo, lo puso y él le echó el agua, le echó la leche y le echó las naranjas. Y total, que se puso otra vez bien. Y entonces agarró y le dice:
- Mira, ahora tienes que ir tú para allá, y agarrar y matar a tu madre y al gigante. Y antes de matarlo le dices que te tiene que dar los ojos míos, que fue el gigante el que me los quitó, y que si no lo matas . Y cuando tengas los ojos míos en la mano, entonces los matas.
Cuando lo vieron venir otra vez, dice:
- ¡Me cago en diez! Ya viene ahí otra vez el muchacho, y ahora ya no se puede con él.
Y ya llegó él y como le dijo:
- Mira, me tienes que dar los ojos y si no me los das te mato.
Y se los dio y los mató a los dos. Y entonces agarró y se montó otra vez en su caballo, le dio los ojos al hombre y se los puso. Y se casó con una de las hijas.
Y yo ya no sé más porque me vine de allí.
ANTECEDENTES:
* Le grabamos este cuento a Antonio de la Cruz Silva Guerrero, de Tarifa, el 17 de junio de 1989.
* Este tipo (el 590) es inédito en Andalucía. Tenemos una versión de Osuna, una de Torre Alháquime y otra de Setenil. Hay siete versiones de otras zonas españolas, tres portuguesas y siete hispanoamericanas, una de ellas brasileña.
*** Fuente: Suplemento de Cultura de “DIARIO DE CÁDIZ”, del 17 de noviembre de 1991; JUAN ANTONIO DEL RÍO CABRERA, colaboración MELCHOR PÉREZ, dibujos de ZOCAR.
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