sábado, 1 de marzo de 2025

HISTORIAS DE LUIS BRICEÑO, 10.

ONOMÁSTICA IMPENSADA.

Cuando la señora, impaciente ya con la tardanza de su esposo, sintió los pasos del mismo, cuyo sonido le era tan conocido, suspiró de satisfacción y salió, ansiosa, a recibirlo. Mas notando cómo iba de barro y que llegaba sudoroso y fatigado, se llevó instintivamente la mano hasta muy cerca de la sien derecha, y le dijo, medio riendo, medio en serio y un tanto inquieta:

-¡Huy, cómo vienes, querido! … Pero, hombre, ¿qué es eso? … ¿Dónde te has metido? … ¿Qué te ha pasado? … ¡Si parece, enteramente, que hubieras estado de despesca! … ¡Cuanto barro! … ¡Y sudoroso! … ¡Y cansado! …

Él, malhumorado y dudando entre sonreir, como siempre, o estallar, como nunca, bastante nervioso, pasó a su gabinete, donde comenzó a desnudarse, mandando preparar un baño templado.

Ella insistía, amable y optimista, casi riendo:

-Pero, hombre, habla. Hablando se desahoga uno. Vamos a ver, cuenta, ¿qué te ha pasado?

[Ambientación] Vista de Conil en los años 20-30 del siglo pasado, con el río Salado discurriendo por delante de la población, separándola de la playa y que estaba al albur de las mareas, según nuestro protagonista pudo comprobar. Fuente: Colección particular Scard Bermos, Juan Bermúdez

Él, luego de reflexionar unos instantes, habló, por fin, en son de desahogo íntimo:

-Pues nada. El señor cura párroco, famoso, me ha puesto en ridículo.

-¿El señor cura, dices! … Ese buen señor que nos han presentado como casi paisano, tan correcto, tan formal, tan amable, tan simpático, tan bondadoso, tan respetable …

-Sí, querida. Todo lo bueno y lo respetable que quieras, pero lo que es particularmente vale la pena de corresponderle debidamente.

-Pero, ¿qué estás diciendo? ¿Venganzas para con un señor sacerdote tan austero y de tal representación? Tú estás nervioso, hombre. Yo no te entiendo.

-Pues escucha y me entenderás. Cuando esta mañana pasaba yo por delante de la iglesia parroquial -prosiguió el esposo- salía el señor cura párroco que, luego de saludarme con toda afabilidad, me invitó a dar un paseo, aprovechando las excelencias del tiempo y de la temperatura, deliciosos por cierto. Nos dirigimos insensiblemente hacia la incomparable playa de la población, la más extensa, la más hermosa, la más limpia de todas las que conozco. La marea estaba muy baja y pasamos el Salado a pie seco, sin ninguna dificultad. Luego nos dirigimos hacia la orilla del mar, sugestivamente bello y sereno, como un lago inmenso. Allí me habló del naufragio de una goleta, cuyo maderamen se dibujaba en la superficie arenosa … Su palabra elocuente, pintoresca y cautivadora, se deslizaba amena, suave, sencilla, consumiendo el tiempo, que pasaba veloz, sin darnos cuenta de ello. De pronto se apercibió el señor cura de que la marea crecía, y de que crecía amenazando con no dejarnos repasar el río en muchas horas. Volvimos a desandar lo anteriormente andado, algo precipitados. En el corto trayecto que nos separaba de la pasada del Salado, que utilizamos antes, a pie, me habló de la celebración del Santo de su madre, especialmente por la tarde, invitándonos a la reunión que tenía convocada en casa, para celebrarlo …

[Ambientación] Otra panorámica de Conil, pero en 1973. Fuente: Colección particular Scard Bermos, Juan Bermúdez

Inmediato a la pasada del riachuelo -continuó el esposo relatante- había un pescador de tarraya o esparabel. Lo llamó y acudió, solícito, a pasarnos el río, en sus lomos. Como era lógico y primordial deber de cortesía, pasó él primero. El río se había extendido, y aunque la profundidad no era mucha, había mucho que andar. Pasaron, por fin, y desde allá lejos, en la orilla opuesta, hicieron unas señas, que no entendí, y se marcharon hacia la población, repitiendo alguna que otra vez las señas para mí ininteligibles. Entonces, como mejor medida, adopté la de seguir la orilla ascendente del riachuelo, hasta dar con la carretera, por la que atravesé, viniéndome desde allá lejos directamente a casa. Ha sido una caminata larga y pesada, tan pesada como la broma de ese señor, que se ha tomado una confianza excesiva y prematura.

-Por Dios, marido -arguyó la esposa, luego de escuchar con toda atención el largo discurso del cónyuge-. No tomes las cosas por el peor de sus aspectos. Esas señas que no has entendido, serían, sin duda, explicación de imposibilidades, excusas de algo imprevisto que no debemos prejuzgar.

-O justificaciones de su chanza; de una acción ejecutada a sabiendas, para ponerme en ridículo y reirse, luego, a mi costa.

-No seas mal intencionado, hombre. ¿Por qué pensar mal de un señor de tan buena fama?

-Fama de burlador, que todo se va sabiendo; de recreador del ingenio propio y del ajeno.

-¡Hombre, por Dios que te escucha …!

-O que le escucha a él para demostración de su fino ingenio …

-¡Jesús, María y José! Eres atrozmente severo en tus juicios. Ese concepto es durísimo. Para mí llega a la categoría de blasfemia …

-Soy como Dios me ha criado.

[Ambientación] Restos de la goleta, quizás los mismos que se mencionan en esta narración. Fuente: Facebook Isabel Sánchez Canto, 7 septiembre 2020. 

Bien. Dios te perdone, como yo te perdono en nombre de Él y del acusado ausente.

Pasó el diálogo conyugal, como pasó, algo después, el mal humor y nerviosismo del esposo.

Llegada la tarde y con ella la serenidad de ánimo y la hora de la invitación, se presentó el matrimonio en la casa del señor cura párroco, donde le recibió la madre del mismo, con toda la delicadeza exquisita y cortesía de la educación más refinada.

Estaban solos y se habló de todo, ibcluso de la broma de por la mañana, sacada a colación precisamente por la victima. La madre excusó, como era natural, aquella ligereza, quizá travesura, muy propia del genio vivo y agudo de su hijo, que tal vez tuviera razones justificadas de su proceder …

El visitante, alentado por la sinceridad y exquisita corrección de la visitada, quiso poner punto final al asunto, con la siguiente manifestación:

-Yo, señora, soy claro y sincero. Esta mañana, la verdad, no sabía qué alcance dar a la acción referida. Desde luego, tratándose de quien se trataba, no le hubiese dado importancia, porque a esas cosas, o hay que darle mucha, toda la que tengan, o ninguna. Finalmente he optado por este último, y la prueba concluyente de ello es que, olvidándolo todo; más bien, dándolo como no sucedido, hemos acudido, accediendo a la invitación que su hijo nos hiciera, a felicitarla en su fiesta onomástica, pasando con usted este ratito, que nos va resultando tan grato como agradable.

[Ambientación] Pescador haciendo uso de la atarraya o esparavel, Fuente: Antonio Leal, 8 octubre 2019. 

La madre, que era tan chuscona como el hijo; pero que, oliéndose la partida, trató de disimular, prorrumpiendo:

-¡Y es verdad! … ¡Se me había olvidado! … Mi nombre es María Josefa, aunque no se me conoce más que por Josefa, y en San José es cuando recibo las invitaciones y las visitas, obligándome ello a celebrar dos onomásticas, la de San José y la de hoy, que es el Dulce Nombre de María. Dispensen un momento: voy a dar las órdenes de que traigan pastas y licores.

Cuya orden pudo darla sin moverse de donde estaba; pero tuvo que ausentarse un rato para dar desahogo a los arrechuchos de risa que no podía contener, pensando en las chuscadas de su hijo. 

Fuente: “AMAPOLAS Y JARAMAGOS: cuentos, anécdotas, narraciones y chascarrillos”, por Luis Briceño Ramírez, p.p. 25-28. Primera edición, Gráficas Morales, Jaén, 1.940. 



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